/ miércoles 16 de septiembre de 2020

A-pie juntillas

Ojalá me equivoque; en el aire y en el pasado, en eso AMLO finca hoy su proyecto. No en el hoy, ni siquiera en los pobres, menos en el futuro.

El presidente de la República prende las veladoras de su retórica a un avión que ni rifado sale y al quimérico juicio a cinco espectros, que eso es lo que son nuestros expresidentes vivos.

Surrealismo en un país acostumbrado a todo: un mandatario con apoyo parlamentario que se divierten de lo lindo y débiles opositores que toma oxigeno de emergencia de una Lotería y de la entelequia de enjuiciar a expresidentes. Puro humo.

La política es muy clara o muy oscura, dependiendo del perfil paradigmático que tengan los participantes en ella.

Por paradigmas pretendo referirme a aquellos perfiles que tienen algunos políticos y que son coincidentes con el molde clásico e indubitable de sus respectivos partidos. Es decir, los que son de a de veras.

Cuando uno trata con políticos paradigmáticos, el juego es una delicia.

En cambio qué ingrato es tener que convivir con remedos o malos imitaciones de políticos. Confunden y desorientan a propios y extraños. Es su karma.

El avión presidencial comprado por Calderón-Peña es un exceso faraónico. El avión como una maldición de tres sexenios: sigue costando demasiado.

Y es que el piloto parece no querer que su gobierno vuele alto, que despliegue asombros por acciones bien ejecutadas. Un piloto que se dice feliz de no conocer más horizontes que los que ya había visto antes de que le dieran el mando en todo el país, que renuncia a las posibilidades de llegar a más gente. Un piloto que parece contento de no emprender rutas desconocidas, de no atreverse a escuchar a los diferentes. ¿Un piloto al que le da temor, miedo a volar?

Si AMLO quiere ser recordado como un extraordinario mandatario, que realmente promovió una “Cuarta Transformación” que cambió en una forma fundamental el futuro de México, debería apostar por fortalecer los pesos y contrapesos que requiere toda democracia. El Presidente no está dispuesto a juzgar el pasado. Hoy, gran función: el circo tiene cinco pistas, ninguna muy original, ninguna memorable cuando acaben los fuegos artificiales de juicios, pues el espectáculo no nos dará nuevo conocimiento sobre la corrupción del pasado, los abusos de poder o delitos presidenciales concretos.

No. El Presidente necesita temas porque no tiene logros. México continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo. Y en las disparidades regionales no se ha avanzado un ápice, la desigualdad, la mente no ha cambiado. Este tema es particularmente notable para las comunidades indígenas y que sufren cotidianamente racismo y discriminación.

Cambiando de tema, el Segundo Informe de Gobierno duró cuarenta y cinco minutos. Y se le leyó de corridito. Mucho que informar no había. Sobre todo, después de la filtración que se hizo de la plática de Arturo Herrera (SHCP) con la fracción de Morena sobre el proyecto que se enviará al Congreso en materia de política económica. Será, dijo, la peor desde 1932. Época de crisis, pobreza, tristeza, difíciles condiciones de vida, violencia, carencias y grandes problemas para satisfacer necesidades.

En fin, en seguridad y economía se dieron las cifras más cuestionables. Sin duda, la visión que AMLO tiene sobre el país se refiere más a sus intenciones que a sus logros.

Y ya se dijo, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Eso de que ya tocamos fondo, aún está por verse. En cuanto a la recuperación, hay algunos signos, pero será larga y dolorosa. No es cierto que México haya recibido la cifra más alta de inversión extranjera en la historia, fue mayor en 2013. Estamos además en riesgo de que las calificadoras nos castiguen.

Ahora resulta que se refiere a las remesas como un logro de su administración, cuando condenaba que los mexicanos tuviesen que abandonar el país por falta de oportunidades.

Ojalá me equivoque; en el aire y en el pasado, en eso AMLO finca hoy su proyecto. No en el hoy, ni siquiera en los pobres, menos en el futuro.

El presidente de la República prende las veladoras de su retórica a un avión que ni rifado sale y al quimérico juicio a cinco espectros, que eso es lo que son nuestros expresidentes vivos.

Surrealismo en un país acostumbrado a todo: un mandatario con apoyo parlamentario que se divierten de lo lindo y débiles opositores que toma oxigeno de emergencia de una Lotería y de la entelequia de enjuiciar a expresidentes. Puro humo.

La política es muy clara o muy oscura, dependiendo del perfil paradigmático que tengan los participantes en ella.

Por paradigmas pretendo referirme a aquellos perfiles que tienen algunos políticos y que son coincidentes con el molde clásico e indubitable de sus respectivos partidos. Es decir, los que son de a de veras.

Cuando uno trata con políticos paradigmáticos, el juego es una delicia.

En cambio qué ingrato es tener que convivir con remedos o malos imitaciones de políticos. Confunden y desorientan a propios y extraños. Es su karma.

El avión presidencial comprado por Calderón-Peña es un exceso faraónico. El avión como una maldición de tres sexenios: sigue costando demasiado.

Y es que el piloto parece no querer que su gobierno vuele alto, que despliegue asombros por acciones bien ejecutadas. Un piloto que se dice feliz de no conocer más horizontes que los que ya había visto antes de que le dieran el mando en todo el país, que renuncia a las posibilidades de llegar a más gente. Un piloto que parece contento de no emprender rutas desconocidas, de no atreverse a escuchar a los diferentes. ¿Un piloto al que le da temor, miedo a volar?

Si AMLO quiere ser recordado como un extraordinario mandatario, que realmente promovió una “Cuarta Transformación” que cambió en una forma fundamental el futuro de México, debería apostar por fortalecer los pesos y contrapesos que requiere toda democracia. El Presidente no está dispuesto a juzgar el pasado. Hoy, gran función: el circo tiene cinco pistas, ninguna muy original, ninguna memorable cuando acaben los fuegos artificiales de juicios, pues el espectáculo no nos dará nuevo conocimiento sobre la corrupción del pasado, los abusos de poder o delitos presidenciales concretos.

No. El Presidente necesita temas porque no tiene logros. México continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo. Y en las disparidades regionales no se ha avanzado un ápice, la desigualdad, la mente no ha cambiado. Este tema es particularmente notable para las comunidades indígenas y que sufren cotidianamente racismo y discriminación.

Cambiando de tema, el Segundo Informe de Gobierno duró cuarenta y cinco minutos. Y se le leyó de corridito. Mucho que informar no había. Sobre todo, después de la filtración que se hizo de la plática de Arturo Herrera (SHCP) con la fracción de Morena sobre el proyecto que se enviará al Congreso en materia de política económica. Será, dijo, la peor desde 1932. Época de crisis, pobreza, tristeza, difíciles condiciones de vida, violencia, carencias y grandes problemas para satisfacer necesidades.

En fin, en seguridad y economía se dieron las cifras más cuestionables. Sin duda, la visión que AMLO tiene sobre el país se refiere más a sus intenciones que a sus logros.

Y ya se dijo, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Eso de que ya tocamos fondo, aún está por verse. En cuanto a la recuperación, hay algunos signos, pero será larga y dolorosa. No es cierto que México haya recibido la cifra más alta de inversión extranjera en la historia, fue mayor en 2013. Estamos además en riesgo de que las calificadoras nos castiguen.

Ahora resulta que se refiere a las remesas como un logro de su administración, cuando condenaba que los mexicanos tuviesen que abandonar el país por falta de oportunidades.