/ lunes 6 de septiembre de 2021

Así caen los hombres fuertes; ejemplos hay en Veracruz

Cuando hay un gobernante que sabe de política y tiene carácter, su hombre o mujer fuerte en el gabinete temprano o tarde caerá, eso es seguro.

Ha sido visto eso una y otra vez, en todos los niveles, como lo acabamos de ver con Andrés Manuel López Obrador y Julio Scherer Ibarra.

Los celos, las intrigas, las ambiciones y las fallas se conjugan para tirar a quienes, no siendo los titulares, acumulan gran influencia en el jefe y por ende, poder y preeminencia sobre los demás colaboradores, llegándose a creer que son iguales o casi iguales al que les dio ese privilegio.

Así las cosas, la relación López Obrador-Scherer no podía tener otro final. El Presidente le dio un gran poder que, se afirma por todos lados, el ahora exconsejero jurídico supo aprovechar muy bien.

Su fuerza e influencia se hizo sentir no solo en las cámaras de Diputados y Senadores, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, sino también en la mayoría de las secretarías de estado, en organismos que disponen de un gran presupuesto y en los gobiernos estatales.

Acaso llegó a suponer que eso sería durante todo el sexenio, pero nadie en las circunstancias descritas al iniciar estos comentarios ha podido mantener, todo el tiempo de un periodo gubernamental, el poder prestado por alguien que le gusta ejercerlo y sabe de política.

Lo hemos visto aquí a nivel estatal. Agustín Acosta Lagunes no era político, pero sí inteligente y con carácter. Así que en cuanto le halló el gusto a esa actividad y al poder, se lo quitó a quien se lo había cedido, su subsecretario y secretario de Gobierno, Ignacio Morales Lechuga.

Una administración antes a la del economista de Paso de Ovejas, Rafael Hernández Ochoa, este sí con formación 100% política, le dio toda la confianza a un joven del sur del estado, Carlos Brito, quien desde la Subsecretaría de Gobierno tuvo gran parte del control político en Veracruz… los seis años del periodo de RHO.

Se comenta que en una ocasión hubo este diálogo entre Hernández Ochoa gobernador y uno de los jóvenes formados por él, Gonzalo Morgado Huesca, su presidente del PRI también durante seis años:

-Me informan que vas a ver más al licenciado Brito que a mí, ¿que él tiene más poder?

-No señor gobernador, no veo más al licenciado Brito ni él tiene más poder que usted, habría sido la respuesta de Morgado.

¿Por qué entonces Brito, que sí tuvo poder, pudo durar los seis años a cargo de la política veracruzana con un gobernador como Hernández Ochoa?

No cruzó la línea que, sin decirlo, había trazado su jefe para que su hombre de confianza no la rebasara.

(A nivel nacional están los ejemplos del poderoso José Córdoba Montoya, que fue enviado al BID por su amigo Carlos Salinas de Gortari tras el terremoto por el asesinato de Luis Donaldo Colosio, y de Luis Videgaray con Enrique Peña Nieto).

Dante Delgado, Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes no le prestaron a nadie su poder.

Javier Duarte sí delegó, pero la historia de los hombres o mujeres fuertes caídos se repitió cuando las cosas empezaron salirse de control y entonces los culpables de lo malo tuvieron que ser esos colaboradores.

Hubo un caso especial, el de su secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, de quien Duarte llegó a decir -pese a múltiples escándalos- que primero se iba él, que su titular de la SSP.

Por cierto, si Bermúdez no se hubiera engolosinado y por su propia cuenta, a tiempo, ante lo que veía, sabía y le había tocado ejecutar, hubiera abierto la puerta de la salida, se habría evitado líos muy fuertes.

Así ahora Scherer. Tal vez aún esté aturdido, como se le vio en la mañana del informe de AMLO, tras haber presentado su renuncia por ser relegado y tener sustituto en Adán Augusto López Hernández, el nuevo secretario de Gobernación, pero ya llegará el momento que vea su salida como algo positivo...y oportuno.

Cuando hay un gobernante que sabe de política y tiene carácter, su hombre o mujer fuerte en el gabinete temprano o tarde caerá, eso es seguro.

Ha sido visto eso una y otra vez, en todos los niveles, como lo acabamos de ver con Andrés Manuel López Obrador y Julio Scherer Ibarra.

Los celos, las intrigas, las ambiciones y las fallas se conjugan para tirar a quienes, no siendo los titulares, acumulan gran influencia en el jefe y por ende, poder y preeminencia sobre los demás colaboradores, llegándose a creer que son iguales o casi iguales al que les dio ese privilegio.

Así las cosas, la relación López Obrador-Scherer no podía tener otro final. El Presidente le dio un gran poder que, se afirma por todos lados, el ahora exconsejero jurídico supo aprovechar muy bien.

Su fuerza e influencia se hizo sentir no solo en las cámaras de Diputados y Senadores, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, sino también en la mayoría de las secretarías de estado, en organismos que disponen de un gran presupuesto y en los gobiernos estatales.

Acaso llegó a suponer que eso sería durante todo el sexenio, pero nadie en las circunstancias descritas al iniciar estos comentarios ha podido mantener, todo el tiempo de un periodo gubernamental, el poder prestado por alguien que le gusta ejercerlo y sabe de política.

Lo hemos visto aquí a nivel estatal. Agustín Acosta Lagunes no era político, pero sí inteligente y con carácter. Así que en cuanto le halló el gusto a esa actividad y al poder, se lo quitó a quien se lo había cedido, su subsecretario y secretario de Gobierno, Ignacio Morales Lechuga.

Una administración antes a la del economista de Paso de Ovejas, Rafael Hernández Ochoa, este sí con formación 100% política, le dio toda la confianza a un joven del sur del estado, Carlos Brito, quien desde la Subsecretaría de Gobierno tuvo gran parte del control político en Veracruz… los seis años del periodo de RHO.

Se comenta que en una ocasión hubo este diálogo entre Hernández Ochoa gobernador y uno de los jóvenes formados por él, Gonzalo Morgado Huesca, su presidente del PRI también durante seis años:

-Me informan que vas a ver más al licenciado Brito que a mí, ¿que él tiene más poder?

-No señor gobernador, no veo más al licenciado Brito ni él tiene más poder que usted, habría sido la respuesta de Morgado.

¿Por qué entonces Brito, que sí tuvo poder, pudo durar los seis años a cargo de la política veracruzana con un gobernador como Hernández Ochoa?

No cruzó la línea que, sin decirlo, había trazado su jefe para que su hombre de confianza no la rebasara.

(A nivel nacional están los ejemplos del poderoso José Córdoba Montoya, que fue enviado al BID por su amigo Carlos Salinas de Gortari tras el terremoto por el asesinato de Luis Donaldo Colosio, y de Luis Videgaray con Enrique Peña Nieto).

Dante Delgado, Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes no le prestaron a nadie su poder.

Javier Duarte sí delegó, pero la historia de los hombres o mujeres fuertes caídos se repitió cuando las cosas empezaron salirse de control y entonces los culpables de lo malo tuvieron que ser esos colaboradores.

Hubo un caso especial, el de su secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, de quien Duarte llegó a decir -pese a múltiples escándalos- que primero se iba él, que su titular de la SSP.

Por cierto, si Bermúdez no se hubiera engolosinado y por su propia cuenta, a tiempo, ante lo que veía, sabía y le había tocado ejecutar, hubiera abierto la puerta de la salida, se habría evitado líos muy fuertes.

Así ahora Scherer. Tal vez aún esté aturdido, como se le vio en la mañana del informe de AMLO, tras haber presentado su renuncia por ser relegado y tener sustituto en Adán Augusto López Hernández, el nuevo secretario de Gobernación, pero ya llegará el momento que vea su salida como algo positivo...y oportuno.