/ martes 21 de julio de 2020

Casos Duarte-Lozoya

Emilio Lozoya Austin, el recién extraditado exdirector de Pemex, ha pactado con la Fiscalía General de la República un trato bastante favorable que ya hubiera querido el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte.

Lozoya, hasta ahora, no ha pisado la cárcel. Del avión que lo trajo de España fue llevado directamente a un lujoso hospital privado para que se recupere de una supuesta anemia. Hasta la próxima semana el exfuncionario peñista comenzará a declarar sobre la fraudulenta compra de la planta de AgroNitrogenados y los millonarios sobornos del consorcio brasileño Odebrecht que presuntamente fueron a parar a la campaña presidencial del PRI en 2012.

El exdirector de Pemex todavía no abre la boca y ya le están atribuyendo la súbita licencia de la senadora Vanesa Rubio, muy allegada al exsecretario de Hacienda y excanciller Luis Videgarary —uno de los presuntos objetivos de los misiles de Lozoya—, así como la inminente renuncia del actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, quien formó parte del Consejo de Administración cuando Braskem, filial de Odebrecht, se asoció con IDESA, propiedad de su consuegro y esposa.

Según los opositores del presidente López Obrador, Lozoya será utilizado para desacreditarlos en el proceso electoral de 2021, ante el riesgo de Morena de perder la mayoría en la Cámara de Diputados.

¿Será suficiente con el estiércol que vomitará el exdirector de Pemex en contra de exfuncionarios y exlegisladores del PRI, PAN y PRD a los que supuestamente grabó entregándoles sobornos para que votaran a favor de la reforma energética impulsada por el expresidente Enrique Peña Nieto?

Por supuesto que alguna mella hará en la credibilidad y confianza del electorado hacia estos partidos, pero Morena requerirá de algo más para arrasar en la próxima elección federal, pues AMLO no figurará en la boleta y su gobierno deberá enfrentar los estragos sociales de la pandemia del Covid-19, la recesión económica y la inseguridad.

Como ejemplo recuérdese lo que sucedió en Veracruz en los procesos electorales de 2016 y 2018.

En la penúltima sucesión estatal a Miguel Ángel Yunes Linares, como candidato del PAN, le funcionó en su campaña el discurso contra la corrupción del mandatario priista Javier Duarte, sacándole 126 mil votos de ventaja a Héctor Yunes Landa, del PRI.

Sin embargo, Yunes Linares decepcionó a quienes habían votado por él, pues en su corta administración de dos años las prácticas corruptas continuaron en su gobierno, se alió con algunos desacreditados excolaboradores de Duarte y tampoco logró reducir los índices de violencia en los primeros seis meses de su gestión, como lo había prometido. En 2018, miles de veracruzanos que votaron por él le dieron la espalda, optando por Cuitláhuac García, de Morena, que era el mejor posicionado para vencer a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez.

El lopezobradorismo debería valorar esta lección.

Emilio Lozoya Austin, el recién extraditado exdirector de Pemex, ha pactado con la Fiscalía General de la República un trato bastante favorable que ya hubiera querido el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte.

Lozoya, hasta ahora, no ha pisado la cárcel. Del avión que lo trajo de España fue llevado directamente a un lujoso hospital privado para que se recupere de una supuesta anemia. Hasta la próxima semana el exfuncionario peñista comenzará a declarar sobre la fraudulenta compra de la planta de AgroNitrogenados y los millonarios sobornos del consorcio brasileño Odebrecht que presuntamente fueron a parar a la campaña presidencial del PRI en 2012.

El exdirector de Pemex todavía no abre la boca y ya le están atribuyendo la súbita licencia de la senadora Vanesa Rubio, muy allegada al exsecretario de Hacienda y excanciller Luis Videgarary —uno de los presuntos objetivos de los misiles de Lozoya—, así como la inminente renuncia del actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, quien formó parte del Consejo de Administración cuando Braskem, filial de Odebrecht, se asoció con IDESA, propiedad de su consuegro y esposa.

Según los opositores del presidente López Obrador, Lozoya será utilizado para desacreditarlos en el proceso electoral de 2021, ante el riesgo de Morena de perder la mayoría en la Cámara de Diputados.

¿Será suficiente con el estiércol que vomitará el exdirector de Pemex en contra de exfuncionarios y exlegisladores del PRI, PAN y PRD a los que supuestamente grabó entregándoles sobornos para que votaran a favor de la reforma energética impulsada por el expresidente Enrique Peña Nieto?

Por supuesto que alguna mella hará en la credibilidad y confianza del electorado hacia estos partidos, pero Morena requerirá de algo más para arrasar en la próxima elección federal, pues AMLO no figurará en la boleta y su gobierno deberá enfrentar los estragos sociales de la pandemia del Covid-19, la recesión económica y la inseguridad.

Como ejemplo recuérdese lo que sucedió en Veracruz en los procesos electorales de 2016 y 2018.

En la penúltima sucesión estatal a Miguel Ángel Yunes Linares, como candidato del PAN, le funcionó en su campaña el discurso contra la corrupción del mandatario priista Javier Duarte, sacándole 126 mil votos de ventaja a Héctor Yunes Landa, del PRI.

Sin embargo, Yunes Linares decepcionó a quienes habían votado por él, pues en su corta administración de dos años las prácticas corruptas continuaron en su gobierno, se alió con algunos desacreditados excolaboradores de Duarte y tampoco logró reducir los índices de violencia en los primeros seis meses de su gestión, como lo había prometido. En 2018, miles de veracruzanos que votaron por él le dieron la espalda, optando por Cuitláhuac García, de Morena, que era el mejor posicionado para vencer a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez.

El lopezobradorismo debería valorar esta lección.

ÚLTIMASCOLUMNAS