/ lunes 15 de febrero de 2021

Cómo sí

Oponerse no basta. Hay que decir cómo sacaremos a México de este desastre. Definir lo que no se es no nos define. Y eso es lo que ha ocurrido. Oposición hay, no tengo duda. Pero, ¿hay opción? El país estaba mal. Hoy está peor. ¿Qué ofrecemos?

Quiero impulsar la causa de un país justo, respetado y admirado. Para lograrlo, debemos trabajar en tres bases estructurales: educación, economía y justicia. El país requiere resetear su mente, su sistema de creencias. Esto comienza conectando las aulas con los hogares, dando una nueva orientación al sistema educativo, ampliándolo y modernizándolo, y generando las competencias del futuro: trabajo en redes, solución de problemas, creatividad, multiculturalismo, preparación vitalicia. Debemos hacer de la escuela el corazón de un nuevo México: respetuoso de las leyes, de las diferencias, del género.

Vivimos la era del conocimiento. Quien no lo tenga, no saldrá nunca de la pobreza. La permanencia en la escuela debe servir para que la gente viva mejor.

Eso implica que se debe trabajar para la permanencia de los estudiantes en las escuelas, particularmente de las mujeres. Se deben promover grandes conglomerados de conocimiento, innovación y desarrollo de ciencia y tecnología para realizar una segunda conexión: de la academia con las empresas y de las empresas con las comunidades. La ferocidad de esta pandemia nos ha demostrado la obsolescencia de la economía analógica.

El futuro será de mayor cooperación y menos competencia. De mayor interactuación. De más flexibilidad y de sistemas más ágiles de producción, distribución y servicio. La gran política social será llevar la economía digital a todos los rincones del país. Eso implica un esfuerzo mayúsculo de inversiones público-privados en telecomunicaciones. La pobreza futura será determinada por el aislamiento y la ignorancia.

El país debe prepararse para tener un nuevo modelo en donde se privilegie la inversión, el emprendimiento, la empleabilidad. La ubicación geográfica y la infraestructura existente, nos permitiría fortalecer nuestras conexiones económicas con el mundo, no desmantelarlas. Solo creando mercado y generando millones de empleos haremos de México un país de clase media. Por eso el centro de la igualdad debe residir en la creación de genuinos libres mercados.

Y debemos firmar un nuevo contrato social, cuyo ADN sea el respeto a la ley.

La ilegalidad, la violencia, la corrupción, la impunidad y el abuso son el origen de nuestro rezago social. El ejemplo no basta: hay que hacer explícito el respeto a la ley, a su jerarquía, a su inflexibilidad. Y eso sólo se logra aplicándola. Esa es mi aspiración opositora. Puede haber otras: diferentes y mejores. Pero debemos tener claro qué le ofrecemos a la gente que hoy está enferma, desempleada, de luto. Hay que responder concretamente a los decepcionados de un cambio desastroso. Las elecciones se ganan en positivo. Hay que decirle a la gente que sí hay de otra. Que es posible. Que podemos estar mejor.

Twitter: @fvazquezrig

Oponerse no basta. Hay que decir cómo sacaremos a México de este desastre. Definir lo que no se es no nos define. Y eso es lo que ha ocurrido. Oposición hay, no tengo duda. Pero, ¿hay opción? El país estaba mal. Hoy está peor. ¿Qué ofrecemos?

Quiero impulsar la causa de un país justo, respetado y admirado. Para lograrlo, debemos trabajar en tres bases estructurales: educación, economía y justicia. El país requiere resetear su mente, su sistema de creencias. Esto comienza conectando las aulas con los hogares, dando una nueva orientación al sistema educativo, ampliándolo y modernizándolo, y generando las competencias del futuro: trabajo en redes, solución de problemas, creatividad, multiculturalismo, preparación vitalicia. Debemos hacer de la escuela el corazón de un nuevo México: respetuoso de las leyes, de las diferencias, del género.

Vivimos la era del conocimiento. Quien no lo tenga, no saldrá nunca de la pobreza. La permanencia en la escuela debe servir para que la gente viva mejor.

Eso implica que se debe trabajar para la permanencia de los estudiantes en las escuelas, particularmente de las mujeres. Se deben promover grandes conglomerados de conocimiento, innovación y desarrollo de ciencia y tecnología para realizar una segunda conexión: de la academia con las empresas y de las empresas con las comunidades. La ferocidad de esta pandemia nos ha demostrado la obsolescencia de la economía analógica.

El futuro será de mayor cooperación y menos competencia. De mayor interactuación. De más flexibilidad y de sistemas más ágiles de producción, distribución y servicio. La gran política social será llevar la economía digital a todos los rincones del país. Eso implica un esfuerzo mayúsculo de inversiones público-privados en telecomunicaciones. La pobreza futura será determinada por el aislamiento y la ignorancia.

El país debe prepararse para tener un nuevo modelo en donde se privilegie la inversión, el emprendimiento, la empleabilidad. La ubicación geográfica y la infraestructura existente, nos permitiría fortalecer nuestras conexiones económicas con el mundo, no desmantelarlas. Solo creando mercado y generando millones de empleos haremos de México un país de clase media. Por eso el centro de la igualdad debe residir en la creación de genuinos libres mercados.

Y debemos firmar un nuevo contrato social, cuyo ADN sea el respeto a la ley.

La ilegalidad, la violencia, la corrupción, la impunidad y el abuso son el origen de nuestro rezago social. El ejemplo no basta: hay que hacer explícito el respeto a la ley, a su jerarquía, a su inflexibilidad. Y eso sólo se logra aplicándola. Esa es mi aspiración opositora. Puede haber otras: diferentes y mejores. Pero debemos tener claro qué le ofrecemos a la gente que hoy está enferma, desempleada, de luto. Hay que responder concretamente a los decepcionados de un cambio desastroso. Las elecciones se ganan en positivo. Hay que decirle a la gente que sí hay de otra. Que es posible. Que podemos estar mejor.

Twitter: @fvazquezrig