/ jueves 7 de julio de 2022

El éxodo priista

El PRI, partido que hace menos de tres décadas parecía invencible en Veracruz y en las elecciones presidenciales, hoy arrastra la cobija de forma lastimera.

De aquel partido que hasta antes del año dos mil ganaba prácticamente todo, hoy no queda nada… o casi nada: en la contienda presidencial de 2018, con José Antonio Meade como abanderado, el tricolor no llegó al 17 por ciento, el peor resultado en su historia. Y eso que postuló a un candidato con experiencia en el servicio público, preparado y sin escándalos de corrupción que le persiguieran.

Con todo y eso, el PRI y su candidato poco pudieron hacer frente a la popularidad de López Obrador.

Algo parecido ocurrió en Veracruz: el partido postuló a una de sus mejores cartas: José Francisco Yunes ha sido alcalde de Perote, diputado local, legislador federal y senador; tiene preparación y una impresionante trayectoria… pero se fue al tercer lugar en esa contienda.

Evidentemente, ni Meade ni Pepe Yunes eran el problema; sumido en el descrédito y en una fuerte crisis por el pasado de corrupción del partido, los candidatos priistas poco pudieron hacer frente a la avalancha de Morena, una fuerza política relativamente nueva que recurrió a nuevos rostros y recicló a algunos personajes del PRD, de la izquierda e incluso del propio PRI.

Hoy, con un dirigente nacional investigado, cuestionado y señalado por presunta corrupción y por lavado de dinero, el PRI parece un partido sin rumbo.

Luego del cateo a las propiedades de Alejandro Moreno Cárdenas en Campeche, tuvo que salir la secretaria de Comunicación Institucional del CEN, Paloma Sánchez Ramos, para aclarar que “Alito” –como le conocen en el partido– no huyó del país, sino que sólo se encuentra en una gira internacional; que volverá, dice la vocera.

Sánchez Ramos señala que su dirigente acudirá a instancias internacionales para denunciar la persecución política en su contra.

Lo cierto es que Moreno Cárdenas se convirtió en un personaje impresentable, incluso dentro de su partido; un grupo de ex dirigentes nacionales y cuadros distinguidos comenzaron a presionar por su salida de la dirigencia, luego de los lamentables resultados en las elecciones estatales del presente año.

Sus detractores afirman que Alejandro Moreno ya no representa al PRI, y tienen razón; pero cuenta con el membrete del partido y piensa que con eso le basta para participar en las negociaciones de la alianza opositora de cara a 2024.

Lo cierto es que el tricolor ha registrado un creciente éxodo de militantes, dirigentes y cuadros destacados, que han migrado a Morena o a cualquier otro partido y han caminado lo más lejos posible de su dirigencia nacional.

El caso de Veracruz es muy parecido: aunque el dirigente estatal, Marlon Ramírez, no enfrenta denuncias y, hasta donde se sabe, tampoco investigaciones en penales su contra, se podría decir que sólo representa al membrete, pero no a la militancia.

Ramírez Marín ni siquiera ha logrado consolidar su relación con los alcaldes priistas de los municipios más importantes con que en teoría cuenta el partido; y su nivel de interlocución con los grupos fuertes al interior se reduce al saludo ocasional. Ni siquiera los panistas lo ven como aliado confiable; y así se ve difícil que este partido vuelva a ser competitivo. A estas alturas, la única esperanza del PRI es participar en 2024 en alianza con PAN, PRD y MC, aunque sea como el convidado de piedra.

@luisromero85

El PRI, partido que hace menos de tres décadas parecía invencible en Veracruz y en las elecciones presidenciales, hoy arrastra la cobija de forma lastimera.

De aquel partido que hasta antes del año dos mil ganaba prácticamente todo, hoy no queda nada… o casi nada: en la contienda presidencial de 2018, con José Antonio Meade como abanderado, el tricolor no llegó al 17 por ciento, el peor resultado en su historia. Y eso que postuló a un candidato con experiencia en el servicio público, preparado y sin escándalos de corrupción que le persiguieran.

Con todo y eso, el PRI y su candidato poco pudieron hacer frente a la popularidad de López Obrador.

Algo parecido ocurrió en Veracruz: el partido postuló a una de sus mejores cartas: José Francisco Yunes ha sido alcalde de Perote, diputado local, legislador federal y senador; tiene preparación y una impresionante trayectoria… pero se fue al tercer lugar en esa contienda.

Evidentemente, ni Meade ni Pepe Yunes eran el problema; sumido en el descrédito y en una fuerte crisis por el pasado de corrupción del partido, los candidatos priistas poco pudieron hacer frente a la avalancha de Morena, una fuerza política relativamente nueva que recurrió a nuevos rostros y recicló a algunos personajes del PRD, de la izquierda e incluso del propio PRI.

Hoy, con un dirigente nacional investigado, cuestionado y señalado por presunta corrupción y por lavado de dinero, el PRI parece un partido sin rumbo.

Luego del cateo a las propiedades de Alejandro Moreno Cárdenas en Campeche, tuvo que salir la secretaria de Comunicación Institucional del CEN, Paloma Sánchez Ramos, para aclarar que “Alito” –como le conocen en el partido– no huyó del país, sino que sólo se encuentra en una gira internacional; que volverá, dice la vocera.

Sánchez Ramos señala que su dirigente acudirá a instancias internacionales para denunciar la persecución política en su contra.

Lo cierto es que Moreno Cárdenas se convirtió en un personaje impresentable, incluso dentro de su partido; un grupo de ex dirigentes nacionales y cuadros distinguidos comenzaron a presionar por su salida de la dirigencia, luego de los lamentables resultados en las elecciones estatales del presente año.

Sus detractores afirman que Alejandro Moreno ya no representa al PRI, y tienen razón; pero cuenta con el membrete del partido y piensa que con eso le basta para participar en las negociaciones de la alianza opositora de cara a 2024.

Lo cierto es que el tricolor ha registrado un creciente éxodo de militantes, dirigentes y cuadros destacados, que han migrado a Morena o a cualquier otro partido y han caminado lo más lejos posible de su dirigencia nacional.

El caso de Veracruz es muy parecido: aunque el dirigente estatal, Marlon Ramírez, no enfrenta denuncias y, hasta donde se sabe, tampoco investigaciones en penales su contra, se podría decir que sólo representa al membrete, pero no a la militancia.

Ramírez Marín ni siquiera ha logrado consolidar su relación con los alcaldes priistas de los municipios más importantes con que en teoría cuenta el partido; y su nivel de interlocución con los grupos fuertes al interior se reduce al saludo ocasional. Ni siquiera los panistas lo ven como aliado confiable; y así se ve difícil que este partido vuelva a ser competitivo. A estas alturas, la única esperanza del PRI es participar en 2024 en alianza con PAN, PRD y MC, aunque sea como el convidado de piedra.

@luisromero85