/ lunes 12 de octubre de 2020

En México no hay dictadura perfecta, pero podría haberla

Acabada la revolución maderista el general Calles y sus correligionarios pretendieron sentar las bases de un control político, impuesto durante ocho décadas por el PRI, cimientos que no sirvieron para formar y menos consolidar una “clase gobernante” capaz de evitar el regreso a una lucha frontal entre conservadores y reformistas.

Por el contrario, esa clase política surgida de nuestros ancestros “mezcla de sangre por el mestizaje”, en vez de purificarse nació contaminada con vicios ancestrales, como la explotación del hombre por el hombre y el acaparamiento de la riqueza pública en manos de unos cuantos, cuyas familias ahora se identifican como “los dueños” de México y disfrutan de privilegios que los vuelve cada vez más ricos a costa de los demás.

Quién puede esperar ahora que del proceso democrático electoral (que ya inició) surjan los mejores cuadros para el relevo de quinientos diputados federales, quince gobernadores y centenares de diputados locales, alcaldes y funcionarios municipales, a quienes lo único que les interesa es asegurar su ingreso a la nómina oficial y aprovechar privilegios personales, aparejados a esos cargos.

La desesperanza, incredulidad y desconfianza ya hizo presa a miles o millones de electores que llevaron al triunfo al presidente Andrés Manuel López Obrador, por los incumplimientos de sus principales ofrecimientos de campaña para llegar a Palacio Nacional. Nadie cree en su proyecto para sentar las bases de un país más justo mediante la 4T y su imagen se ha derrumbado en el ánimo de sus seguidores.

Para colmo, el divisionismo y la corrupción en la renovación de dirigentes del partido Morena, que fundó AMLO, han puesto en claro que todas las trampas y marrullerías adquiridas por los saltimbanquis y chapulines que huyendo de otros partidos se convirtieron en “morenos”, ahora se aplican para impedirle al único y más inteligente, intelectual y luchador social por la transición democrática de este país Porfirio Muñoz Ledo, el reconocimiento de su triunfo en la encuesta del INE para desempeñarse como dirigente nacional del partido que construyó con AMLO.

A los morenos de Mario Delgado ya se les olvidó que en democracia, por un voto se gana o se pierde, pero a Muñoz Ledo, no.

Acabada la revolución maderista el general Calles y sus correligionarios pretendieron sentar las bases de un control político, impuesto durante ocho décadas por el PRI, cimientos que no sirvieron para formar y menos consolidar una “clase gobernante” capaz de evitar el regreso a una lucha frontal entre conservadores y reformistas.

Por el contrario, esa clase política surgida de nuestros ancestros “mezcla de sangre por el mestizaje”, en vez de purificarse nació contaminada con vicios ancestrales, como la explotación del hombre por el hombre y el acaparamiento de la riqueza pública en manos de unos cuantos, cuyas familias ahora se identifican como “los dueños” de México y disfrutan de privilegios que los vuelve cada vez más ricos a costa de los demás.

Quién puede esperar ahora que del proceso democrático electoral (que ya inició) surjan los mejores cuadros para el relevo de quinientos diputados federales, quince gobernadores y centenares de diputados locales, alcaldes y funcionarios municipales, a quienes lo único que les interesa es asegurar su ingreso a la nómina oficial y aprovechar privilegios personales, aparejados a esos cargos.

La desesperanza, incredulidad y desconfianza ya hizo presa a miles o millones de electores que llevaron al triunfo al presidente Andrés Manuel López Obrador, por los incumplimientos de sus principales ofrecimientos de campaña para llegar a Palacio Nacional. Nadie cree en su proyecto para sentar las bases de un país más justo mediante la 4T y su imagen se ha derrumbado en el ánimo de sus seguidores.

Para colmo, el divisionismo y la corrupción en la renovación de dirigentes del partido Morena, que fundó AMLO, han puesto en claro que todas las trampas y marrullerías adquiridas por los saltimbanquis y chapulines que huyendo de otros partidos se convirtieron en “morenos”, ahora se aplican para impedirle al único y más inteligente, intelectual y luchador social por la transición democrática de este país Porfirio Muñoz Ledo, el reconocimiento de su triunfo en la encuesta del INE para desempeñarse como dirigente nacional del partido que construyó con AMLO.

A los morenos de Mario Delgado ya se les olvidó que en democracia, por un voto se gana o se pierde, pero a Muñoz Ledo, no.