/ martes 4 de mayo de 2021

La 4T, a un paso de llevarnos al abismo

La bautizada “Cuarta Transformación” nos está gobernando con base en ocurrencias. Antes de concluir el periodo legislativo en el Congreso de la Unión, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la Ley de Hidrocarburos, con la idea de favorecer a Pemex y a la CFE “para el desarrollo del país”.

Muy “aprensivos” de su “deber”, los senadores del grupo mayoritario de Morena y aliados aprobaron la Ley de Hidrocarburos, en suma obediencia a AMLO, en su afán de “revivir” a Pemex como una empresa productora (que no produce), sin tomar en cuenta los riesgos de deshacerse de la competencia.

Y es que en días pasados en el Senado vimos cómo fue aprobada y con celeridad remitida al Ejecutivo federal para su ratificación, la reforma que regresa a Pemex el control sobre la venta de gasolina, gas, diésel e hidrocarburos, petrolíferos y petroquímicos, en especial de combustibles, como las gasolinas.

Además que esta reforma en el artículo decimotercero transitorio de la Ley de Hidrocarburos quita a la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la facultad para sujetar a principios de regulación asimétrica las ventas de primera mano de hidrocarburos, petrolíferos o petroquímicos que realiza Pemex.

Aunque advertimos de todas las desventajas, como el alza en los precios de la gasolina, no sirvió de nada; no quisieron un parlamento abierto para escuchar a los expertos y no quisieron reconocer que ambas paraestatales no cuentan con la capacidad suficiente para abastecer al país.

Andrés Manuel López Obrador envió todas sus reformas para ser aprobadas sin revisar ni objetar nada la Ley de Hidrocarburos, así como la de la Industria Eléctrica, pasaron en plena oscuridad, con el único pensamiento del presidente de favorecer a Pemex y a la CFE, con el conocimiento que dichas empresas no cuentan con la capacidad para atender las necesidades en materia energética que el país requiere.

El presidente sigue en su letargo utópico que las paraestatales eléctrica y petrolera continúan siendo el motor de crecimiento y desarrollo de la nación, no quiere ver la realidad, que ahora son solo una carga pesada y un costal roto que podría frenar el desarrollo económico de México, la llamada “Cuarta Transformación” está a un paso de llevarnos al abismo.

Con todo esto, lo único seguro que tendremos los mexicanos es una gran incertidumbre que viene con sus “nuevas” reformas aprobadas al vapor, tanto la petrolera como la eléctrica, donde pretende que trabajen de la mano, solo están ahuyentando a los inversionistas, aunque él diga lo contrario y lo peor que la economía de México no podrá recuperarse de los estragos provocados por la pandemia del coronavirus.

Además de la lluvia de amparos que han tenido dichas reformas, por ser inconstitucionales, en ella se desalienta la inversión en el sector energético, al promover prácticas monopólicas que solo inhibirán la competencia y reducirán los espacios a la iniciativa privada, sin mencionar que están desconociendo los tratados internacionales firmados por México.

Andrés Manuel López Obrador, en su intento por “rescatar” a las empresas que, según él, son las más “productivas” del Estado, Pemex y CFE, firmas que desde hace años agonizan, trabajan en números rojos y cuestan mucho dinero a los mexicanos, solo está consiguiendo que el país se vea inmerso en problemas legales ante instancias internacionales, posibles juicios y crear incertidumbre en el mercado de distribución de petrolíferos.

La bautizada “Cuarta Transformación” nos está gobernando con base en ocurrencias. Antes de concluir el periodo legislativo en el Congreso de la Unión, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó la Ley de Hidrocarburos, con la idea de favorecer a Pemex y a la CFE “para el desarrollo del país”.

Muy “aprensivos” de su “deber”, los senadores del grupo mayoritario de Morena y aliados aprobaron la Ley de Hidrocarburos, en suma obediencia a AMLO, en su afán de “revivir” a Pemex como una empresa productora (que no produce), sin tomar en cuenta los riesgos de deshacerse de la competencia.

Y es que en días pasados en el Senado vimos cómo fue aprobada y con celeridad remitida al Ejecutivo federal para su ratificación, la reforma que regresa a Pemex el control sobre la venta de gasolina, gas, diésel e hidrocarburos, petrolíferos y petroquímicos, en especial de combustibles, como las gasolinas.

Además que esta reforma en el artículo decimotercero transitorio de la Ley de Hidrocarburos quita a la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la facultad para sujetar a principios de regulación asimétrica las ventas de primera mano de hidrocarburos, petrolíferos o petroquímicos que realiza Pemex.

Aunque advertimos de todas las desventajas, como el alza en los precios de la gasolina, no sirvió de nada; no quisieron un parlamento abierto para escuchar a los expertos y no quisieron reconocer que ambas paraestatales no cuentan con la capacidad suficiente para abastecer al país.

Andrés Manuel López Obrador envió todas sus reformas para ser aprobadas sin revisar ni objetar nada la Ley de Hidrocarburos, así como la de la Industria Eléctrica, pasaron en plena oscuridad, con el único pensamiento del presidente de favorecer a Pemex y a la CFE, con el conocimiento que dichas empresas no cuentan con la capacidad para atender las necesidades en materia energética que el país requiere.

El presidente sigue en su letargo utópico que las paraestatales eléctrica y petrolera continúan siendo el motor de crecimiento y desarrollo de la nación, no quiere ver la realidad, que ahora son solo una carga pesada y un costal roto que podría frenar el desarrollo económico de México, la llamada “Cuarta Transformación” está a un paso de llevarnos al abismo.

Con todo esto, lo único seguro que tendremos los mexicanos es una gran incertidumbre que viene con sus “nuevas” reformas aprobadas al vapor, tanto la petrolera como la eléctrica, donde pretende que trabajen de la mano, solo están ahuyentando a los inversionistas, aunque él diga lo contrario y lo peor que la economía de México no podrá recuperarse de los estragos provocados por la pandemia del coronavirus.

Además de la lluvia de amparos que han tenido dichas reformas, por ser inconstitucionales, en ella se desalienta la inversión en el sector energético, al promover prácticas monopólicas que solo inhibirán la competencia y reducirán los espacios a la iniciativa privada, sin mencionar que están desconociendo los tratados internacionales firmados por México.

Andrés Manuel López Obrador, en su intento por “rescatar” a las empresas que, según él, son las más “productivas” del Estado, Pemex y CFE, firmas que desde hace años agonizan, trabajan en números rojos y cuestan mucho dinero a los mexicanos, solo está consiguiendo que el país se vea inmerso en problemas legales ante instancias internacionales, posibles juicios y crear incertidumbre en el mercado de distribución de petrolíferos.