/ miércoles 1 de diciembre de 2021

La justicia, ¿es “pedita”?

Buen día, apreciado lector. A propósito de los argumentos con los que Guadalupe Cuevas Díaz acaba de titularse como licenciada en Derecho, es imposible no insistir en qué chingaos hace el Poder Judicial de todo el país para, sin escudarse en tanto eterno pretexto, sin obstáculos, estorbos o inconvenientes, o sea, de forma “expedita”, atienda como se debe y resuelva los conflictos de ley, como derecho fundamental de la sociedad.

Guadalupe es hija del buen amigo Víctor Cuevas Martínez, hermano del siempre bien recordado Hipólito, por su oficio periodístico, por su caballerosidad y nobleza de alma, diría Felipe Hákim Simón, y da gusto que las nuevas generaciones analicen y encuentren solución a los problemas que ahora les heredamos.

La flamante nueva abogada en Derecho Penal de la Universidad Veracruzana, tituló su tesis como “El compromiso social de los servidores públicos”. Aprobó el examen con excelentes calificaciones bajo la dirección del doctor Ricardo López Henaine y los maestros Modesta Lorena Hernández Sánchez y Rafael Marcelino Pérez Enríquez, integrantes del jurado.

Realizó su servicio social en el Juzgado de Proceso y Procedimiento Penal Oral de Pacho Viejo, Veracruz, donde terminó de adquirir las herramientas prácticas y teóricas necesarias. Ahí se pudo percatar que la teoría que se aprende como estudiantes, ya no es la misma en la práctica que se estila en nuestra realidad social. En su estudio precisa que el problema de la corrupción es que se ha institucionalizado debido a la falta de interés de la sociedad en su erradicación y por el fenómeno de que se asuma como asunto normal, aunado a que la realidad nos ha demostrado que gran parte de los servidores públicos que desgraciadamente ejercen un alto cargo, desconocen o peor aún, ni siquiera se interesan en conocer el fin o el objetivo del bien común, preocupándose solo por llenar sus intereses, aprovechando el lugar en que se encuentran.

También, contundente, recuerda que el abuso de autoridad, el soborno, el tráfico de influencias, la falta de competencias y la carencia de un perfil idóneo para ocupar un puesto, cargo o comisión dentro del servicio público, es uno de los principales factores que favorecen el aumento de la corrupción, así como su nula ética, moral y aplicación de valores, que los llevan a violar las normas, reglamentos, códigos y leyes que ellos mismos deberían ser los primero en promover, respetar y garantizar.

Precisa, entre otras cosas, que si no se es capaz de incidir en los niveles éticos de los servidores públicos de nada valdrá ninguna estrategia contra la corrupción. “Es necesario el verdadero compromiso de cada ser humano que ocupe un lugar en el servicio”. Bien por las intenciones positivas.

Pero por lo visto, el tal Ulpiano y peor, los artículos de la Constitución mexicana ya a pocos le importan. Los veracruzanos, los mexicanos estamos hundidos en ese asfixiante pantano de la ineficiencia, la descomposición, la putrefacción, el soborno, el cohecho, la inmoralidad y el valemadrismo más descarado. ¿Cuánto más seguiremos esperando soluciones?

Buen día, apreciado lector. A propósito de los argumentos con los que Guadalupe Cuevas Díaz acaba de titularse como licenciada en Derecho, es imposible no insistir en qué chingaos hace el Poder Judicial de todo el país para, sin escudarse en tanto eterno pretexto, sin obstáculos, estorbos o inconvenientes, o sea, de forma “expedita”, atienda como se debe y resuelva los conflictos de ley, como derecho fundamental de la sociedad.

Guadalupe es hija del buen amigo Víctor Cuevas Martínez, hermano del siempre bien recordado Hipólito, por su oficio periodístico, por su caballerosidad y nobleza de alma, diría Felipe Hákim Simón, y da gusto que las nuevas generaciones analicen y encuentren solución a los problemas que ahora les heredamos.

La flamante nueva abogada en Derecho Penal de la Universidad Veracruzana, tituló su tesis como “El compromiso social de los servidores públicos”. Aprobó el examen con excelentes calificaciones bajo la dirección del doctor Ricardo López Henaine y los maestros Modesta Lorena Hernández Sánchez y Rafael Marcelino Pérez Enríquez, integrantes del jurado.

Realizó su servicio social en el Juzgado de Proceso y Procedimiento Penal Oral de Pacho Viejo, Veracruz, donde terminó de adquirir las herramientas prácticas y teóricas necesarias. Ahí se pudo percatar que la teoría que se aprende como estudiantes, ya no es la misma en la práctica que se estila en nuestra realidad social. En su estudio precisa que el problema de la corrupción es que se ha institucionalizado debido a la falta de interés de la sociedad en su erradicación y por el fenómeno de que se asuma como asunto normal, aunado a que la realidad nos ha demostrado que gran parte de los servidores públicos que desgraciadamente ejercen un alto cargo, desconocen o peor aún, ni siquiera se interesan en conocer el fin o el objetivo del bien común, preocupándose solo por llenar sus intereses, aprovechando el lugar en que se encuentran.

También, contundente, recuerda que el abuso de autoridad, el soborno, el tráfico de influencias, la falta de competencias y la carencia de un perfil idóneo para ocupar un puesto, cargo o comisión dentro del servicio público, es uno de los principales factores que favorecen el aumento de la corrupción, así como su nula ética, moral y aplicación de valores, que los llevan a violar las normas, reglamentos, códigos y leyes que ellos mismos deberían ser los primero en promover, respetar y garantizar.

Precisa, entre otras cosas, que si no se es capaz de incidir en los niveles éticos de los servidores públicos de nada valdrá ninguna estrategia contra la corrupción. “Es necesario el verdadero compromiso de cada ser humano que ocupe un lugar en el servicio”. Bien por las intenciones positivas.

Pero por lo visto, el tal Ulpiano y peor, los artículos de la Constitución mexicana ya a pocos le importan. Los veracruzanos, los mexicanos estamos hundidos en ese asfixiante pantano de la ineficiencia, la descomposición, la putrefacción, el soborno, el cohecho, la inmoralidad y el valemadrismo más descarado. ¿Cuánto más seguiremos esperando soluciones?