/ viernes 17 de junio de 2022

Nada es para siempre ni los partidos políticos.

Entonces, queda claro, cuál si fuera la parábola que hace una pelota: inicia el movimiento sube hasta donde le es posible y tiende a bajar irremediablemente, como sucede con la vida misma y con otras actividades que realizamos.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo sus años dorados, su hegemonía acompañada de grandes presupuestos que derrocharon sus gobernantes y provocaron la desconfianza que, ahora truena en manos del actual dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”.

A Alito le tocó bailar con la más fea, le dejaron un partido político en decadencia y es por eso que, en tan solo en los últimos tres años, ese partido ha perdido 10 gubernaturas.

El próximo año estará en disputa por los dos estado que todavía le quedan: Coahuila y el Estado de México, este último con el padrón de electores más grande, con 11.8 millones de personas, por lo que no se quiere ir de esa posición, a pesar de la opinión de connotados priistas que le proponen su salida, como lo dijo Dulce María Sauri, que hay que restaurar donde se haya perdido la confianza y restablecer el diálogo.

Todos los días hay memes de los caricaturistas que, con mucho ingenio han presentado la imagen de un PRI que está siendo enterrado por Alito, aunque esa caída se veía venir desde hace muchos años atrás.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue fundado el 4 de marzo de 1929 bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) por el ex presidente Plutarco Elías Calles.

Nueve años después, en 1938, fue reconstituido como Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y en 1946 fue refundado, adoptando su nombre actual.

El PRI fue el partido gobernante en México durante setenta años consecutivos, de 1930 a 2000 y en 1988 sufrió su mayor escisión, con la separación de la Corriente Democrática, que derivó en la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

En los años 50 y 60 con sus gobiernos pudo construir importantes instituciones y ofrecer la educación y la salud gratuita, sin que existiera en la práctica la oposición partidista. Por eso se le calificó muchas veces como la máquina, la aplanadora, el carro lleno y efectivamente no tenía rival.

En 2018 llegó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y llegó en el momento de hastío, de decepción, de nuevas esperanzas y comenzó la famosa transformación, como comenzó la vida en México después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Ahí comenzó también el movimiento de esa parábola. Más claro ni el agua.

A Alito le tocó bailar con la más fea, le dejaron un partido político en decadencia y es por eso que, en tan solo en los últimos tres años, ese partido ha perdido 10 gubernaturas.

Entonces, queda claro, cuál si fuera la parábola que hace una pelota: inicia el movimiento sube hasta donde le es posible y tiende a bajar irremediablemente, como sucede con la vida misma y con otras actividades que realizamos.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo sus años dorados, su hegemonía acompañada de grandes presupuestos que derrocharon sus gobernantes y provocaron la desconfianza que, ahora truena en manos del actual dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”.

A Alito le tocó bailar con la más fea, le dejaron un partido político en decadencia y es por eso que, en tan solo en los últimos tres años, ese partido ha perdido 10 gubernaturas.

El próximo año estará en disputa por los dos estado que todavía le quedan: Coahuila y el Estado de México, este último con el padrón de electores más grande, con 11.8 millones de personas, por lo que no se quiere ir de esa posición, a pesar de la opinión de connotados priistas que le proponen su salida, como lo dijo Dulce María Sauri, que hay que restaurar donde se haya perdido la confianza y restablecer el diálogo.

Todos los días hay memes de los caricaturistas que, con mucho ingenio han presentado la imagen de un PRI que está siendo enterrado por Alito, aunque esa caída se veía venir desde hace muchos años atrás.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue fundado el 4 de marzo de 1929 bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) por el ex presidente Plutarco Elías Calles.

Nueve años después, en 1938, fue reconstituido como Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y en 1946 fue refundado, adoptando su nombre actual.

El PRI fue el partido gobernante en México durante setenta años consecutivos, de 1930 a 2000 y en 1988 sufrió su mayor escisión, con la separación de la Corriente Democrática, que derivó en la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

En los años 50 y 60 con sus gobiernos pudo construir importantes instituciones y ofrecer la educación y la salud gratuita, sin que existiera en la práctica la oposición partidista. Por eso se le calificó muchas veces como la máquina, la aplanadora, el carro lleno y efectivamente no tenía rival.

En 2018 llegó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y llegó en el momento de hastío, de decepción, de nuevas esperanzas y comenzó la famosa transformación, como comenzó la vida en México después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Ahí comenzó también el movimiento de esa parábola. Más claro ni el agua.

A Alito le tocó bailar con la más fea, le dejaron un partido político en decadencia y es por eso que, en tan solo en los últimos tres años, ese partido ha perdido 10 gubernaturas.