/ lunes 21 de septiembre de 2020

Niños asesinados

ESCALERAS: Hay un dolor muy canijo en Veracruz. Inició con el sexenio de Morena... Es el asesinato de menores de edad. Niños y adolescentes. En 21 meses y medio, vamos llegando a los cincuenta niños ejecutados. Madre y padre que perdieron a sus hijos en el oleaje de violencia, incertidumbre y zozobra. Tiempo cruel y atroz, lleno de saña y barbarie. Y también, repleto de impunidad.

PASAMANOS: En la mayor parte de los casos, los niños fueron asesinados como parte de la estrategia del terror y el horror.

Los malandros y sicarios, los malosos y pistoleros, los carteles y cartelitos, asesinando menores de edad sin misericordia para aumentar el miedo en la población.

Y como los homicidios quedan impunes, entonces, todos ellos “crecen al castigo”, y siguen, dueños de la vida pública y del destino común.

Una galería de la impiedad en el tiempo de la 4T, la purificación moral y la honestidad valiente.

CORREDORES: El par de niños asesinados en una colonia popular en Papantla al mismo tiempo que par de señoras, mientras un tercer niño y en medio del tiroteo se arrojaba a un barranco en el patio de su casa para salvar la vida.

La niña de doce años asesinada en Santa Anna Atzacan, en la montaña negra de Zongolica, al mismo tiempo que sus padres.

El niño migrante de origen guatemalteco herido en una emboscada en los límites de Isla y Rodríguez Clara y que dejara una mujer asesinada.

La chica herida en la refriega de tiros y balas en Astacinga, en la sierra de Zongolica, cuando a las dos de la mañana asesinaran a su madre y padre.

Entre otros de los más crímenes más sórdidos y siniestros en la noche fatídica de Veracruz.

BALCONES: Unos 40, 45, quizá más, niños asesinados.

Ninguna palabra oficial sobre los infanticidios. Más cruces en los panteones. Más veladoras prendidas en el altar de la casa con la foto del menor ejecutado, a un ladito de la estampita de la Virgen de Guadalupe. Padres sin sus hijos. Abuelos sin los nietos.

Hermanos sin los hermanos.

En aquel tiempo, cuando la guerra de Estados Unidos en Vietnam y cuando la bomba nuclear ordenada por el presidente de EU, Harry S. Truman, 1945, en Hiroshima y Nagasaki, la muerte de niños parecía tan lejana y remota. Ahora, está aquí, a la vuelta de la esquina y a cada rato.

PASILLOS: Hay ONG y académicos de la Universidad Veracruzana integrando la estadística de la muerte. La numeralia de feminicidios. Pero nadie, hasta donde se sabe si bien se sabe, se ha aplicado en el asesinato de menores.

Y, bueno, si a la secretaría de Seguridad Pública y a la Fiscalía General les vale, caray, ¡vaya destino para los niños victimizados.

Peor, para los padres, quienes clamando justicia pronta, rápida y expedita han disminuido la energía espiritual y la emoción social, pero sin que las heridas cicatricen, vigentes como están, desencantados del gobierno de Veracruz.

ESCALERAS: Hay un dolor muy canijo en Veracruz. Inició con el sexenio de Morena... Es el asesinato de menores de edad. Niños y adolescentes. En 21 meses y medio, vamos llegando a los cincuenta niños ejecutados. Madre y padre que perdieron a sus hijos en el oleaje de violencia, incertidumbre y zozobra. Tiempo cruel y atroz, lleno de saña y barbarie. Y también, repleto de impunidad.

PASAMANOS: En la mayor parte de los casos, los niños fueron asesinados como parte de la estrategia del terror y el horror.

Los malandros y sicarios, los malosos y pistoleros, los carteles y cartelitos, asesinando menores de edad sin misericordia para aumentar el miedo en la población.

Y como los homicidios quedan impunes, entonces, todos ellos “crecen al castigo”, y siguen, dueños de la vida pública y del destino común.

Una galería de la impiedad en el tiempo de la 4T, la purificación moral y la honestidad valiente.

CORREDORES: El par de niños asesinados en una colonia popular en Papantla al mismo tiempo que par de señoras, mientras un tercer niño y en medio del tiroteo se arrojaba a un barranco en el patio de su casa para salvar la vida.

La niña de doce años asesinada en Santa Anna Atzacan, en la montaña negra de Zongolica, al mismo tiempo que sus padres.

El niño migrante de origen guatemalteco herido en una emboscada en los límites de Isla y Rodríguez Clara y que dejara una mujer asesinada.

La chica herida en la refriega de tiros y balas en Astacinga, en la sierra de Zongolica, cuando a las dos de la mañana asesinaran a su madre y padre.

Entre otros de los más crímenes más sórdidos y siniestros en la noche fatídica de Veracruz.

BALCONES: Unos 40, 45, quizá más, niños asesinados.

Ninguna palabra oficial sobre los infanticidios. Más cruces en los panteones. Más veladoras prendidas en el altar de la casa con la foto del menor ejecutado, a un ladito de la estampita de la Virgen de Guadalupe. Padres sin sus hijos. Abuelos sin los nietos.

Hermanos sin los hermanos.

En aquel tiempo, cuando la guerra de Estados Unidos en Vietnam y cuando la bomba nuclear ordenada por el presidente de EU, Harry S. Truman, 1945, en Hiroshima y Nagasaki, la muerte de niños parecía tan lejana y remota. Ahora, está aquí, a la vuelta de la esquina y a cada rato.

PASILLOS: Hay ONG y académicos de la Universidad Veracruzana integrando la estadística de la muerte. La numeralia de feminicidios. Pero nadie, hasta donde se sabe si bien se sabe, se ha aplicado en el asesinato de menores.

Y, bueno, si a la secretaría de Seguridad Pública y a la Fiscalía General les vale, caray, ¡vaya destino para los niños victimizados.

Peor, para los padres, quienes clamando justicia pronta, rápida y expedita han disminuido la energía espiritual y la emoción social, pero sin que las heridas cicatricen, vigentes como están, desencantados del gobierno de Veracruz.

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