/ lunes 24 de agosto de 2020

Pedir perdón a las víctimas

Llegar a 60 mil muertos por contagios de Covid-19, en las proyecciones del pragmático zar contra la pandemia en México, Hugo López Gatell, era el “escenario catastrófico” que podría presentarse, cuando en los inicios se calculó ¡en seis mil fallecimientos!

Ya se rebasó este fin de semana y sigue el conteo, y eso si se confía las cifras oficiales; se duda, pues el mismo subsecretario de Salud declaró que el número de infectados debía multiplicarse por ocho debido al Modelo Centinela aplicado para el seguimiento a los casos que iban presentándose, y con un mayor número de enfermos, por obviedad habría un mayor número de fallecidos. Ya se conoce la historia: se minimizó el problema, a tal grado que se incitó a la población a salir, abrazarse y besarse, y asegurar que científicamente no estaba probado que el cubrebocas sirviera para evitar o provocar el contagio, además de desestimar la aplicación de pruebas como medio para detectar y tener control sobre la propagación del virus. Medio año después de presentarse el primer caso de coronavirus en México y con una tragedia impensable debido a la incompetencia del gobierno, la pregunta es ¿sirve de algo haber decretado duelo nacional?, ¿poner la bandera a media asta en señal de la penosa realidad? No, no sirve de nada a las familias que perdieron a seres queridos, a una familia que vio partir a su proveedor económico, a la madre que era pilar en la formación de sus hijos pequeños, al hijo que este virus arrebató a sus padres, a la abuela o al abuelo o al compañero de toda la vida. Habría servido evitar la tragedia con la responsabilidad que debe esperarse de los gobernantes, sobre todo de los responsables directos, a quienes debería pedirles cuentas de lo que ha pasado y lo que aún falta. ¿Quién falló? ¿La autoridad displicente que hizo todo lo contrario a lo que establecían las normas elementales de salud? ¿O los ciudadanos confundidos por información contradictoria que, por lo mismo, no creyó y sigue sin creer en la letalidad de este virus, negándose antes y ahora, a usar mascarillas y a tener extremas medidas de higiene? ¿O todos fallaron y todos son culpables? Esta tragedia pasará a la historia, y México lamentablemente aparecerá como uno de los países más afectados, junto con Brasil y Estados Unidos, donde también hay gobiernos populistas, de izquierda y derecha, y ojalá no ocurra, que México se coloque a la cabeza en el mundo de muertes por esta causa. Increíble, y peor aún que quiera justificarse. Lo que mejor podría hacer el gobierno, sus representantes, es pedir perdón a los ciudadanos por su indolencia. Ya serán quienes conocen del Derecho si hay lugar para encuadrar este hecho como delito de negligencia criminal, y se sancione ejemplarmente a quien o quienes resulten responsables, para que nunca más vuelva a repetirse.

Correo:

opedro2006@gmail.com

Llegar a 60 mil muertos por contagios de Covid-19, en las proyecciones del pragmático zar contra la pandemia en México, Hugo López Gatell, era el “escenario catastrófico” que podría presentarse, cuando en los inicios se calculó ¡en seis mil fallecimientos!

Ya se rebasó este fin de semana y sigue el conteo, y eso si se confía las cifras oficiales; se duda, pues el mismo subsecretario de Salud declaró que el número de infectados debía multiplicarse por ocho debido al Modelo Centinela aplicado para el seguimiento a los casos que iban presentándose, y con un mayor número de enfermos, por obviedad habría un mayor número de fallecidos. Ya se conoce la historia: se minimizó el problema, a tal grado que se incitó a la población a salir, abrazarse y besarse, y asegurar que científicamente no estaba probado que el cubrebocas sirviera para evitar o provocar el contagio, además de desestimar la aplicación de pruebas como medio para detectar y tener control sobre la propagación del virus. Medio año después de presentarse el primer caso de coronavirus en México y con una tragedia impensable debido a la incompetencia del gobierno, la pregunta es ¿sirve de algo haber decretado duelo nacional?, ¿poner la bandera a media asta en señal de la penosa realidad? No, no sirve de nada a las familias que perdieron a seres queridos, a una familia que vio partir a su proveedor económico, a la madre que era pilar en la formación de sus hijos pequeños, al hijo que este virus arrebató a sus padres, a la abuela o al abuelo o al compañero de toda la vida. Habría servido evitar la tragedia con la responsabilidad que debe esperarse de los gobernantes, sobre todo de los responsables directos, a quienes debería pedirles cuentas de lo que ha pasado y lo que aún falta. ¿Quién falló? ¿La autoridad displicente que hizo todo lo contrario a lo que establecían las normas elementales de salud? ¿O los ciudadanos confundidos por información contradictoria que, por lo mismo, no creyó y sigue sin creer en la letalidad de este virus, negándose antes y ahora, a usar mascarillas y a tener extremas medidas de higiene? ¿O todos fallaron y todos son culpables? Esta tragedia pasará a la historia, y México lamentablemente aparecerá como uno de los países más afectados, junto con Brasil y Estados Unidos, donde también hay gobiernos populistas, de izquierda y derecha, y ojalá no ocurra, que México se coloque a la cabeza en el mundo de muertes por esta causa. Increíble, y peor aún que quiera justificarse. Lo que mejor podría hacer el gobierno, sus representantes, es pedir perdón a los ciudadanos por su indolencia. Ya serán quienes conocen del Derecho si hay lugar para encuadrar este hecho como delito de negligencia criminal, y se sancione ejemplarmente a quien o quienes resulten responsables, para que nunca más vuelva a repetirse.

Correo:

opedro2006@gmail.com