/ martes 19 de abril de 2022

Ya vimos que se puede

Lo más relevante de los sucesos del año, que concluirán con la derrota del oficialismo en la reforma eléctrica, es que Morena ha dejado de ser intocable. Puede perder. Llegó a su cúspide y ahora cae.

La desdicha empezó con el desfonde económico del país, la inflación y la persistencia del Ómicron, que rompen la ilusión del bienestar a través de dádivas; la violencia devora a millones de hogares y la corrupción carcome, pestilente, al entorno presidencial.

En la revocación de mandato, 78 millones de personas dijimos no. Los análisis han enfatizado el voto en favor del Presidente. Lo más importante, a mi juicio, es la mayoría rotunda, inapelable de quienes despreciamos la imposición del capricho. Fue una resistencia civil vía la abstención que fue, por lo mismo, una acción política inapelable.

Hay 78 millones de personas dispuestas a dar la espalda a Morena. El oficialismo, con todo el abuso y el desprecio a la ley, sólo fue capaz de mover a algo más de 15 millones de votos.

¿Despreciable? En absoluto. ¿Invencible? Por supuesto que no.

Imposible admitir lo que dijo el Presidente: que mantenía los votos de la elección de Calderón. Sí, en números absolutos. Falso (para variar) en términos relativos. El padrón creció en 21.4 millones de personas. Su voto equivale hoy a 16% de la lista nominal. Ganó con 53%.

Pese a ello, esos votos los obtuvieron a través de la cooptación, el chantaje o la compra. Lo hicieron con el Presidente en plenitud de poder. Lo hicieron con López Obrador en la boleta. Eso no ocurrirá en 2024. ¿Saldrán las masas morenistas a votar con fervor por Marcelo?, ¿por Claudia? Lo dudo.

La aprobación no es voto. Lo he repetido mucho (perdón) una cosa es la evaluación de gobierno y otra la intención de voto. La primera es de 58% en promedio. La segunda, de 16%.

El voto duro ya no le alcanza a Morena. Es de las oposiciones combinadas, PAN/PRI, es mayor. Enmudeció el palenque: hay tiro. El desgaste del gobierno (perdón por darle ese rango) continuará. Fallará la reforma eléctrica y la electoral será su Waterloo. La corrupción corroe la credibilidad del presidente.

Todas esas son las buenas. Vienen las malas. Para ganar elecciones se necesitan tres cosas: organización, liderazgo y proyecto. Las oposiciones no tienen ninguna.

Poseen estructuras electorales, y eso es bueno. Pero no basta: sin conexiones profundas con la sociedad que provoquen una diálisis y generen un frente amplio reforzado por ciudadanos, no habrá imantación electoral.

Paso dos: vean un mapa de los resultados del revocatorio: recuerdan el del 2006. La penetración opositora en el sureste es bajísima. Hay que levantar estructuras en todo el sur y, más, en el sureste. Con todo, López Obrador puso un piso de 19% de participación a sus operadores. 22 estados no cumplieron.

Apenas hay tiempo de levantar liderazgos. Esos no se dan en maceta. Hay que alejar la tentación de buscar en las bodegas de los partidos o, peor, en los basureros.

Pero liderazgos hay. Cada ciudad del país tiene ciudadanos con credibilidad, honradez y preparación para construir una nueva generación de liderazgos locales. Los políticos siempre hacen falta, pero si no abren los partidos a nuevas caras, estaremos perdidos.

Ya lo había dicho en otra entrega: a la oposición le urge un proyecto que ofrecer a la sociedad. Salvo en Quintana Roo y Tabasco, los programas sociales no se convirtieron al 100% en votos. 58% de los beneficiarios votó en favor de López Obrador. 42% no. ¿Qué se les ofrece?

Las oposiciones tendrían que estar organizando cientos de reuniones para escuchar a la gente y aprender. Hay que tejer un programa de la periferia al centro y de abajo hacia arriba. No hay tiempo. Pero al menos, hay esperanza. Otra vez.

@fvazquezrig

Lo más relevante de los sucesos del año, que concluirán con la derrota del oficialismo en la reforma eléctrica, es que Morena ha dejado de ser intocable. Puede perder. Llegó a su cúspide y ahora cae.

La desdicha empezó con el desfonde económico del país, la inflación y la persistencia del Ómicron, que rompen la ilusión del bienestar a través de dádivas; la violencia devora a millones de hogares y la corrupción carcome, pestilente, al entorno presidencial.

En la revocación de mandato, 78 millones de personas dijimos no. Los análisis han enfatizado el voto en favor del Presidente. Lo más importante, a mi juicio, es la mayoría rotunda, inapelable de quienes despreciamos la imposición del capricho. Fue una resistencia civil vía la abstención que fue, por lo mismo, una acción política inapelable.

Hay 78 millones de personas dispuestas a dar la espalda a Morena. El oficialismo, con todo el abuso y el desprecio a la ley, sólo fue capaz de mover a algo más de 15 millones de votos.

¿Despreciable? En absoluto. ¿Invencible? Por supuesto que no.

Imposible admitir lo que dijo el Presidente: que mantenía los votos de la elección de Calderón. Sí, en números absolutos. Falso (para variar) en términos relativos. El padrón creció en 21.4 millones de personas. Su voto equivale hoy a 16% de la lista nominal. Ganó con 53%.

Pese a ello, esos votos los obtuvieron a través de la cooptación, el chantaje o la compra. Lo hicieron con el Presidente en plenitud de poder. Lo hicieron con López Obrador en la boleta. Eso no ocurrirá en 2024. ¿Saldrán las masas morenistas a votar con fervor por Marcelo?, ¿por Claudia? Lo dudo.

La aprobación no es voto. Lo he repetido mucho (perdón) una cosa es la evaluación de gobierno y otra la intención de voto. La primera es de 58% en promedio. La segunda, de 16%.

El voto duro ya no le alcanza a Morena. Es de las oposiciones combinadas, PAN/PRI, es mayor. Enmudeció el palenque: hay tiro. El desgaste del gobierno (perdón por darle ese rango) continuará. Fallará la reforma eléctrica y la electoral será su Waterloo. La corrupción corroe la credibilidad del presidente.

Todas esas son las buenas. Vienen las malas. Para ganar elecciones se necesitan tres cosas: organización, liderazgo y proyecto. Las oposiciones no tienen ninguna.

Poseen estructuras electorales, y eso es bueno. Pero no basta: sin conexiones profundas con la sociedad que provoquen una diálisis y generen un frente amplio reforzado por ciudadanos, no habrá imantación electoral.

Paso dos: vean un mapa de los resultados del revocatorio: recuerdan el del 2006. La penetración opositora en el sureste es bajísima. Hay que levantar estructuras en todo el sur y, más, en el sureste. Con todo, López Obrador puso un piso de 19% de participación a sus operadores. 22 estados no cumplieron.

Apenas hay tiempo de levantar liderazgos. Esos no se dan en maceta. Hay que alejar la tentación de buscar en las bodegas de los partidos o, peor, en los basureros.

Pero liderazgos hay. Cada ciudad del país tiene ciudadanos con credibilidad, honradez y preparación para construir una nueva generación de liderazgos locales. Los políticos siempre hacen falta, pero si no abren los partidos a nuevas caras, estaremos perdidos.

Ya lo había dicho en otra entrega: a la oposición le urge un proyecto que ofrecer a la sociedad. Salvo en Quintana Roo y Tabasco, los programas sociales no se convirtieron al 100% en votos. 58% de los beneficiarios votó en favor de López Obrador. 42% no. ¿Qué se les ofrece?

Las oposiciones tendrían que estar organizando cientos de reuniones para escuchar a la gente y aprender. Hay que tejer un programa de la periferia al centro y de abajo hacia arriba. No hay tiempo. Pero al menos, hay esperanza. Otra vez.

@fvazquezrig