Entre anécdotas y amigos cercanos, rindieron homenaje a la vida y obra del artista gráfico mexicano Alberto Beltrán, por el centenario de su natalicio, en el Museo de las Culturas Populares, en Coyoacán. Se trató de una serie de charlas en las que repasaron el valor de su carrera como “retratista del pueblo de México”, educador y activista, las cuales culminaron con la apertura de una exposición retrospectiva del artista, que se exhibe en la Sala María Sabina, de aquel recinto cultural.
Una de las charlas más esperadas fue la de la escritora y periodista Elena Poniatowska, con la que el artista colaboró haciendo las ilustraciones del libro Todo comenzó el domingo (1963), que contiene una serie de crónicas costumbristas de la Ciudad de México escritas en la década de los cincuenta del siglo pasado.
“Alberto Beltrán me hizo descubrir a un México entrañable, el de los pajareros, el de la Plaza Garibaldi, el de la Torre Latino, el del Bosque de Chapultepec, el de las azoteas, el del box en la Arena México. Él seguía a todos los personajes que se dedicaban a luchar por su vida y que son la parte esencial de nuestro país.
“Hoy ese mundo ya se ha perdido y deberíamos descubrir otro que pocos han descrito” señaló la escritora, quien destacó el trabajo de Beltrán como “dibujante extraordinario, dedicado educador y miembro sobresaliente del Taller de Gráfica Popular”, fundado en 1937 por los artistas Leopoldo Méndez, Pablo O'Higgins y Luis Arenal Bastar.
La autora de Hasta no verte Jesús mío, tras reconocer que se trató de un artista carente de ambiciones políticas y necesidad de reconocimiento, al ofrecer su trabajo como grabador a luchas obreras y campesinas, dijo que su obra bien podría ser equiparada con la de los hitos del arte mexicano, como son Diego Rivero, José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros.
“Leal a sí mismo y su vocación, recorrió hasta el pueblo más perdido de la República Mexicana y conoció mejor que nadie el arte popular, que dibujó, fotografío, atesoró y catalogó con amoroso cuidado. Si alguna vez hubo alguna vez un gran director de Artes Populares en la Secretaría de Educación Pública, ese fue Alberto Beltrán”, aseveró la periodista.
LA EXPOSICIÓN
La inauguración de la exposición, titulada “Alberto Beltrán, a 100 años de su nacimiento”, fue presidida, casi como una introducción, por la ponencia del biólogo y coleccionista de arte popular Rafael Hernández Víquez, quien realizó un recorrido histórico de la obra de Beltrán, misma que se ve reflejada y resumida en la muestra.
Tanto la muestra, tanto con piezas originales, material gráfico y fotografías es un recorrido que repasa su vida, desde sus estudios en la Academia de San Carlos y la Escuela Libre de Arte y Publicidad, así como en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, pasando su experiencia en el Taller de Gráfica Popular y los distintos premios que ganó con su obra, como el Premio Nacional de Grabado del INBA y el Premio Nacional de Periodismo en la categoría Cartones; y como primer director de la Dirección General de Arte Popular en 1971 creador emérito del Sistema nacional de Creadores del Conaculta.
De las piezas destacan distintos grabados que realizó, como es la icónica representación de la entrada triunfal de Benito Juárez,además de los muchos que hizo para movimientos obreros, así como para distintas publicaciones periódicas y editoriales, los cuales se piensan fueron más de tres mil, entre ellos, Antropología de la pobreza, de Oscar Lewis; La visión de los vencidos, del arqueólogo Miguel León Portilla; Los mexicanos se pintan solos, de José Joaquín Blanco y La picardía mexicana, de Armando Jiménez Farías.
También se muestran bocetos, grabados y fotografías originales de escenas costumbristas que Beltrán hizo de los distintos pueblos de México; así como retratos icónicos de Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas y otros personajes con los que compartía ideas de izquierda.
EL AMIGO
A la conmemoración, también asistieron los íntimos amigos de Alberto Beltrán, el Dr. Héctor E. Peralta Hurtado, quien lo conoció desde su infancia, y la directora de la editorial Torre de Papel, Silvia Isuna Guzmán, quien tuvo la oportunidad de entablar amistad con el artista dentro del círculo de trabajo de publicaciones periódicas.
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De esta manera, con sus intervenciones se pudo conocer parte de la vida íntima Beltrán, quien, siendo apenas un niño nacido en el Barrio de Tepito ya había mostrado gran interés por el dibujo, pues retrataba a los trabajadores cercanos a su barrio, así como la fraterna relación que entabló con los diferentes miembros del Taller de Gráfica Popular, su relación con otros personajes con los que colaboró en el Club de Periodistas.
Relatan que el final de sus días, está lleno de misterio, pues tras morir y ser incinerado, como fue su voluntad, sus cenizas desaparecieron, sin que hoy se sepa de su paradero y tampoco de la fortuna que pudo juntar a través de los años de trabajo, y que había ahorrado celosamente, con la intención de becar a niños San Andrés Tuxtla.