/ sábado 19 de diciembre de 2020

Como dulces, así toma la gente los medicamentos

Especialista indica que no se sabe del daño que se puede causar al organismo, por no controlar el consumo

¿Qué es lo primero que hace cuando le duele la cabeza? ¿Recurre a algún cajón donde tiene analgésicos, restos de jarabe de alguna tos, el último tratamiento inconcluso de una infección?

¿Qué decide tomar? ¿Algo que escuchó que servía para el dolor o lo que una vez le recetaron? En cualquier escenario, usted está poniendo en riesgo su salud.

Para Minerva Hernández Lozano, doctora en Neuropatología, la población desconoce qué son en realidad los medicamentos y qué efectos pueden ocasionar en el organismo, “hay que tratarlos con respeto, no como si fueran dulces”, señala la investigadora y académica de la Universidad Veracruzana.

Minerva Hernández Lozano / Foto: Cortesía | Entrevistada



Los medicamentos, explica la química, son un preparado que tienen muchos compuestos que fueron extraídos o copiados de la naturaleza; la sustancia activa es aquella que va a ser benéfica para tratar al paciente, pero también hay otros componentes de la fórmula que pueden actuar de distintas formas al entrar en el organismo.

“Ninguna sustancia en la naturaleza tiene solamente efectos benéficos; se valora cuáles son los beneficios con respecto a los riesgos, y cuando un medicamento sale al mercado es porque tiene más buenos efectos que malos, pero siempre va haber algo perjudicial en ellos, porque dentro del cuerpo va a interactuar de alguna manera, que son los llamados efectos adversos; es casi inevitable que haya un medicamento que no tenga esos efectos”, indica la docente de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica.

AUTOMEDICARSE Y AUTOPRESCRIBIRSE

Hernández Lozano señala que para que un medicamento salga a la venta el proceso de investigación es largo y complejo, de ahí que algunos sean muy caros; cada una de las etapas de desarrollo y pruebas pueden durar un par de años, de modo que cuando se exhibe en un aparador ese producto tuvo un proceso de 4 a 10 años.

No obstante, el que un medicamento esté a la venta no significa que sea 100 por ciento benéfico, sino que los beneficios para la salud son mucho más amplios que los potenciales perjuicios. Por ello, como población debemos evitar consumirlos si no son recetados por un especialista, y en el caso de los de venta libre, no hacerlo sin control o por recomendaciones escuchadas de vecinos o redes sociales, advierte la investigadora.

Minerva Hernández Lozano / Foto: Cortesía | Entrevistada



La población mexicana—abunda Hernández Lozano— es dada a caer en la automedicación, “que es cuando más o menos creemos qué es lo que hace un medicamento y lo tomamos pensando que nos va a sentar bien, basados muchas veces en alguna receta anterior; pero también está la autoprescripción, que es más peligrosa, porque ahí no sabemos qué es lo que hace el medicamento, simplemente de oídas, de porque a la vecina le funcionó, o lo vi en el internet, entonces lo voy a hacer. Y eso es mucho de nuestra cultura, pero que hay que erradicar”.

Indica que las personas son dadas a guardar medicamentos que quedaron de algún tratamiento anterior o consumir algunos como tradición, “porque a la abuelita le funcionó y ahora todos lo hacemos como un método de prevención”, y que en las familias se les da a los menores de edad sin que ningún especialista los haya evaluado ni recetado.

“Esto ocasiona que al menos el 5 por ciento de los ingresos a hospitales sea por un mal uso de medicamentos, sobre todo que se consumen revueltos con herbolaria, con suplementos y otros remedios que nos llegan de oídas; suele culparse al médico, a la enferma o al medicamento, cuando no somos conscientes de que hubo negligencia personal al consumir cosas que no sabíamos qué ocasionan”, agrega.

Indica que los medicamentos que más se consumen son los analgésicos, porque son de venta libre, es decir, sin receta, y son económicos, hay muchas marcas disponibles y por ello hay una falsa percepción de que son seguros, porque se pueden acceder a ellos fácilmente.

“Hay personas que lo consumen de manera incluso cotidiana, porque creen que son buenos; hay quienes se desayunan un naproxeno y lo usan porque sí, por costumbre. Pero los analgésicos afectan al estómago, el hígado, el riñón y la sangre”, explica la académica.

Por tanto, la población debe saber y tener siempre presente que un medicamento actúa sobre el problema, pero también en otras partes del cuerpo con un efecto negativo, por ello debe tomarse regulado y bajo control: “Hay que aprender a gestionar el dolor y consumirlos solo cuando sea necesario”, agrega.

ADULTOS MAYORES, EN RIESGO

Si en general la población desconoce cómo actúan los medicamentos y los consume sin control, los adultos mayores son un sector más vulnerable.

Hernández Lozano ha realizado investigación sobre el uso que hacen los adultos mayores de los analgésicos, y explica que un sector en riesgo son aquellos que son jubilados, viven solos y no tienen a alguien que los supervise, porque suelen tener varios médicos que les trata distintas dolencias y con cada uno lleva un tratamiento.

Indica que estos especialistas al no estar relacionados, en las recetas los medicamentos suelen repetirse, lo que ocasiona que el paciente termine tomando una dosis más alta de lo que requiere, por ejemplo de paracetamol, o bien que un medicamento contrarreste el efecto de otro.

El paciente no suele informar cuántos tratamientos lleva y confía en lo que su médico le da, pero esa sobredosis de analgésicos, por ejemplo, terminan teniendo afectaciones en su hígado o riñones, que no en pocos casos llevan a la muerte.

Hernández Lozano indicó que ante ese panorama la persona puede acudir al farmaceútico para que haga una depuración de todas las recetas y si hay medicamentos repetidos, pueda alertar al médico de cabecera.

Indica que en las farmacias se encuentra este especialista, y se puede preguntar por él para solicitar la ayuda; sin embargo, la población desconoce este hecho o bien no tiene la cultura de consultar; sin embargo, insiste, hay que comenzar a romper con ese patrón y ser más cuestionadores a la hora de tomar algún medicamento.

Y agrega: “Siempre hay que considerar que el medicamento es un producto que se le tiene que respetar, no es un cosmético, no es simple; debe considerarse que aunque sea de venta pública, meterá una sustancia extraña al cuerpo, y el cuerpo va a reaccionar a él. Hay que informarse de qué daños podrían ocasionar, cuáles son sus efectos, hay que preguntar al médico cuando nos lo receta y si es la mejor opción; ser muy inquisitivos con los medicamentos porque es nuestra salud o la de nuestros hijos o familiar la que está en juego”.

Foto: Jaime Ramírez | El Sol de Córdoba



“Los medicamentos no son preventivos, no son dulces, no es un juego, se corre un riesgo al consumirlos. Hay que ir al médico, no darle a los hijos medicamentos no recetados y apostarle a mejorar la salud alimentándose bien, haciendo ejercicio, para así consumir medicamentos solo cuando de verdad sea inevitable”, recomienda la especialista.

¿Qué es lo primero que hace cuando le duele la cabeza? ¿Recurre a algún cajón donde tiene analgésicos, restos de jarabe de alguna tos, el último tratamiento inconcluso de una infección?

¿Qué decide tomar? ¿Algo que escuchó que servía para el dolor o lo que una vez le recetaron? En cualquier escenario, usted está poniendo en riesgo su salud.

Para Minerva Hernández Lozano, doctora en Neuropatología, la población desconoce qué son en realidad los medicamentos y qué efectos pueden ocasionar en el organismo, “hay que tratarlos con respeto, no como si fueran dulces”, señala la investigadora y académica de la Universidad Veracruzana.

Minerva Hernández Lozano / Foto: Cortesía | Entrevistada



Los medicamentos, explica la química, son un preparado que tienen muchos compuestos que fueron extraídos o copiados de la naturaleza; la sustancia activa es aquella que va a ser benéfica para tratar al paciente, pero también hay otros componentes de la fórmula que pueden actuar de distintas formas al entrar en el organismo.

“Ninguna sustancia en la naturaleza tiene solamente efectos benéficos; se valora cuáles son los beneficios con respecto a los riesgos, y cuando un medicamento sale al mercado es porque tiene más buenos efectos que malos, pero siempre va haber algo perjudicial en ellos, porque dentro del cuerpo va a interactuar de alguna manera, que son los llamados efectos adversos; es casi inevitable que haya un medicamento que no tenga esos efectos”, indica la docente de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica.

AUTOMEDICARSE Y AUTOPRESCRIBIRSE

Hernández Lozano señala que para que un medicamento salga a la venta el proceso de investigación es largo y complejo, de ahí que algunos sean muy caros; cada una de las etapas de desarrollo y pruebas pueden durar un par de años, de modo que cuando se exhibe en un aparador ese producto tuvo un proceso de 4 a 10 años.

No obstante, el que un medicamento esté a la venta no significa que sea 100 por ciento benéfico, sino que los beneficios para la salud son mucho más amplios que los potenciales perjuicios. Por ello, como población debemos evitar consumirlos si no son recetados por un especialista, y en el caso de los de venta libre, no hacerlo sin control o por recomendaciones escuchadas de vecinos o redes sociales, advierte la investigadora.

Minerva Hernández Lozano / Foto: Cortesía | Entrevistada



La población mexicana—abunda Hernández Lozano— es dada a caer en la automedicación, “que es cuando más o menos creemos qué es lo que hace un medicamento y lo tomamos pensando que nos va a sentar bien, basados muchas veces en alguna receta anterior; pero también está la autoprescripción, que es más peligrosa, porque ahí no sabemos qué es lo que hace el medicamento, simplemente de oídas, de porque a la vecina le funcionó, o lo vi en el internet, entonces lo voy a hacer. Y eso es mucho de nuestra cultura, pero que hay que erradicar”.

Indica que las personas son dadas a guardar medicamentos que quedaron de algún tratamiento anterior o consumir algunos como tradición, “porque a la abuelita le funcionó y ahora todos lo hacemos como un método de prevención”, y que en las familias se les da a los menores de edad sin que ningún especialista los haya evaluado ni recetado.

“Esto ocasiona que al menos el 5 por ciento de los ingresos a hospitales sea por un mal uso de medicamentos, sobre todo que se consumen revueltos con herbolaria, con suplementos y otros remedios que nos llegan de oídas; suele culparse al médico, a la enferma o al medicamento, cuando no somos conscientes de que hubo negligencia personal al consumir cosas que no sabíamos qué ocasionan”, agrega.

Indica que los medicamentos que más se consumen son los analgésicos, porque son de venta libre, es decir, sin receta, y son económicos, hay muchas marcas disponibles y por ello hay una falsa percepción de que son seguros, porque se pueden acceder a ellos fácilmente.

“Hay personas que lo consumen de manera incluso cotidiana, porque creen que son buenos; hay quienes se desayunan un naproxeno y lo usan porque sí, por costumbre. Pero los analgésicos afectan al estómago, el hígado, el riñón y la sangre”, explica la académica.

Por tanto, la población debe saber y tener siempre presente que un medicamento actúa sobre el problema, pero también en otras partes del cuerpo con un efecto negativo, por ello debe tomarse regulado y bajo control: “Hay que aprender a gestionar el dolor y consumirlos solo cuando sea necesario”, agrega.

ADULTOS MAYORES, EN RIESGO

Si en general la población desconoce cómo actúan los medicamentos y los consume sin control, los adultos mayores son un sector más vulnerable.

Hernández Lozano ha realizado investigación sobre el uso que hacen los adultos mayores de los analgésicos, y explica que un sector en riesgo son aquellos que son jubilados, viven solos y no tienen a alguien que los supervise, porque suelen tener varios médicos que les trata distintas dolencias y con cada uno lleva un tratamiento.

Indica que estos especialistas al no estar relacionados, en las recetas los medicamentos suelen repetirse, lo que ocasiona que el paciente termine tomando una dosis más alta de lo que requiere, por ejemplo de paracetamol, o bien que un medicamento contrarreste el efecto de otro.

El paciente no suele informar cuántos tratamientos lleva y confía en lo que su médico le da, pero esa sobredosis de analgésicos, por ejemplo, terminan teniendo afectaciones en su hígado o riñones, que no en pocos casos llevan a la muerte.

Hernández Lozano indicó que ante ese panorama la persona puede acudir al farmaceútico para que haga una depuración de todas las recetas y si hay medicamentos repetidos, pueda alertar al médico de cabecera.

Indica que en las farmacias se encuentra este especialista, y se puede preguntar por él para solicitar la ayuda; sin embargo, la población desconoce este hecho o bien no tiene la cultura de consultar; sin embargo, insiste, hay que comenzar a romper con ese patrón y ser más cuestionadores a la hora de tomar algún medicamento.

Y agrega: “Siempre hay que considerar que el medicamento es un producto que se le tiene que respetar, no es un cosmético, no es simple; debe considerarse que aunque sea de venta pública, meterá una sustancia extraña al cuerpo, y el cuerpo va a reaccionar a él. Hay que informarse de qué daños podrían ocasionar, cuáles son sus efectos, hay que preguntar al médico cuando nos lo receta y si es la mejor opción; ser muy inquisitivos con los medicamentos porque es nuestra salud o la de nuestros hijos o familiar la que está en juego”.

Foto: Jaime Ramírez | El Sol de Córdoba



“Los medicamentos no son preventivos, no son dulces, no es un juego, se corre un riesgo al consumirlos. Hay que ir al médico, no darle a los hijos medicamentos no recetados y apostarle a mejorar la salud alimentándose bien, haciendo ejercicio, para así consumir medicamentos solo cuando de verdad sea inevitable”, recomienda la especialista.

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