/ martes 1 de octubre de 2019

"Cristal", un mundo de violencia disfrazado de una falsa satisfacción

Según testimonios de tres jóvenes rehabilitados, Carlos, Héctor y Édgar, las drogas consumen lentamente a los adictos, quienes viven en un mundo de violencia disfrazado de una falsa satisfacción

Ansiedad, depresión, violencia, familias disfuncionales y un entorno que les brinda fácil acceso a las drogas, son algunas de las causas por las que niños, adolescentes y jóvenes entran al mundo de las drogas, muchos para quedar atrapados de por vida.

El consumo de drogas orilla a los adictos a cometer o participar en riñas, robos, asaltos, violaciones y hasta homicidios, con tal de obtener recursos en busca de drogas, cada vez en niveles más altos.

Según testimonios de tres jóvenes rehabilitados, Carlos, Héctor y Édgar, las drogas consumen lentamente a los adictos, quienes viven en un mundo de violencia disfrazado de una falsa satisfacción.

Los tres visitaron las oficinas de Diario de Xalapa para dar a conocer sus testimonios y con ello invitar a la población a rechazar el consumo de drogas.

Carlos tiene 32 años y relata con mucha tristeza lo que vivió durante 10 años a causa de las drogas. Fue una etapa muy difícil para él, pues con un rostro desencajado y con una voz entrecortada, recuerda que se involucró con grupos de drogadictos y distribuidores de droga que le hicieron caer muy bajo.

Aunque no recuerda muy bien cómo inició con su adicción, relata que tenía entre 16 y 17 años. Lo primero que probó fue el alcohol y de ahí dio el gran salto para la marihuana y otro tipo de drogas que lo marcaron de por vida.

UNA DÉCADA DE VIOLENCIA Y DROGAS

Fueron más de 10 años los que dedicó a la drogadicción y a participar en diversas actividades con grupos de jóvenes adictos en una colonia de la periferia de esta ciudad, donde las riñas, los robos, los asaltos y los homicidios fueron comunes a causa del mundo de las drogas. Muchos de sus conocidos murieron en actos violentos.

A causa del consumo de drogas, en el que también sobresalió el famoso arponazo, Carlos conoció a los principales distribuidores y corredores de estupefacientes, además de que llegó el momento en que se dedicó a la venta para obtener recursos.

La relación con su familia se deterioró; para su mamá él fue una total decepción, algo de lo que ahora se arrepiente, pues por más que ha luchado por enderezar su vida el pasado aún le pesa.

Relata que en una ocasión hubo una fiesta y de repente llegó un joven que quiso llamar la atención con algunas cervezas.

El gusto le duró poco, pues de repente todos los que estaban ahí y drogados se le fueron encima, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente, malherido y en medio de un charco de sangre

En ocasiones ya no alcanzaba el recurso para continuar con el consumo, por lo que se recurría incluso al agua encharcada en las calles para disolver cocaína y hacerla más rendidora.

Carlos tiene esposa y una hija de tres años en la actualidad. Después de vivir una situación dramática a causa de la drogadicción, hace dos años hizo un esfuerzo para alejarse paulatinamente de las drogas, sin embargo, los daños a su organismo son delicados, pues sufre el síndrome de abstinencia y tiene que tomar medicamento controlado para salir adelante y ganarse la vida honradamente.

"EL CRISTAL DESTRUYÓ MI FAMILIA; PENSABA SUICIDARME"

A sus 14 años de edad, Héctor ha pensado en repetidas ocasiones quitarse la vida a causa de que la droga conocida como cristal destruyó su vínculo familiar, que "pasó de hermoso a horrible".

Héctor no es el adicto, su hermana de 18 años es la que cayó en una fuerte adicción y con ello se olvidó de que tiene una hija y otros familiares, a los que ha dañado a causa de su comportamiento.

Hace cinco meses la joven comenzó con un cambio drástico, cada vez es más irritable, se enoja por cualquier cosa y discute demasiado con Héctor, quien relata con tristeza su testimonio.

La joven confesó su drogadicción a su papá, quien con el afán de ayudarla la internó en algunos anexos que no fueron suficientes para alejarla del consumo de drogas.

Su hija tiene 3 años de edad y prácticamente vive en el abandono de su madre. Los cuidados los realiza su abuelito, papá de la joven y de Héctor, quienes al igual que otros miembros de la familia ya no viven con la misma alegría y entusiasmo debido al daño indirecto que sufren por las drogas.

Emocionalmente me deprimo, me desespero, me da ansiedad, mi vida ha cambiado. Hay veces que me siento triste, porque pienso en que ya no es lo mismo y he llegado a pensar en suicidarme

Héctor no pudo continuar con sus estudios de preparatoria en este ciclo escolar debido a todos los inconvenientes que han surgido debido a la drogadicción de su hermana.

Con el respaldo de su papá acudió al Módulo de Salud Mental de la Secretaría de Salud, donde a través de una serie de terapias ha logrado recuperarse, valorarse y luchar para salir adelante con el apoyo de su padre; su hermana aún no accede a recibir ayuda.

SE INICIA CON POCO, LUEGO ES DIFÍCIL PARAR

Hace un año aproximadamente, Édgar vivió en el mundo de la drogadicción a causa del desinterés y la falta de atención que, según, él sufrió de parte de su madre.

En ese entonces tenía 14 años y vivía fuera de la ciudad. Sus papás están divorciados y su mamá, joven, inició una nueva relación con un hombre adinerado, que le pidió vivir en una casa aparte.

Édgar prácticamente vivía solo y acudía a visitar a su mamá una o dos veces por semana. El dinero nunca le faltaba, pues a veces recibía hasta mil pesos semanales para su escuela y alimentación.

En la escuela lo frecuentaba mucho un compañero que le ofrecía marihuana y de tanto insistirle finalmente lo convenció.

Previamente ya se había alcoholizado y ese fue el inicio de una etapa de drogadicción, pues luego de la marihuana siguieron otros tipos de drogas que aumentaron su necesidad por mantenerse drogado en todo momento.

Mi mamá tuvo un descuido conmigo; yo era un niño de 13 o 14 años sin rumbo fijo y con demasiado tiempo libre. Además de que me daban mucho dinero y la mayoría de ese dinero lo dediqué a la compra de drogas, a veces gastaba más de 500 (pesos) en drogas y me drogaba incluso en el baño de la escuela

En una ocasión su madre acudió a la vivienda donde estaba Édgar. En ese momento el joven se drogaba con marihuana y al abrir la puerta de su habitación fue descubierto. Para tratar de alejarlo de la adicción se mudaron a esta capital, donde Édgar no tardó en involucrarse nuevamente en el mundo de las drogas.

Su estado de salud y su rendimiento físico se degradaron drásticamente, pues cada vez su organismo reclamaba dosis más altas. "Se empieza con poco, luego es difícil detenerse".

Su mamá tomó como última opción mandarlo al Colegio Militar en la Ciudad de México, sin embargo, antes de que eso sucediera Édgar encontró un respaldo en el módulo de Salud Mental de la Secretaría de Salud, donde por medio de las terapias pudo alejarse paulatinamente de la drogadicción. Ahora se dedica al estudio y a la práctica del muay thai.

Ansiedad, depresión, violencia, familias disfuncionales y un entorno que les brinda fácil acceso a las drogas, son algunas de las causas por las que niños, adolescentes y jóvenes entran al mundo de las drogas, muchos para quedar atrapados de por vida.

El consumo de drogas orilla a los adictos a cometer o participar en riñas, robos, asaltos, violaciones y hasta homicidios, con tal de obtener recursos en busca de drogas, cada vez en niveles más altos.

Según testimonios de tres jóvenes rehabilitados, Carlos, Héctor y Édgar, las drogas consumen lentamente a los adictos, quienes viven en un mundo de violencia disfrazado de una falsa satisfacción.

Los tres visitaron las oficinas de Diario de Xalapa para dar a conocer sus testimonios y con ello invitar a la población a rechazar el consumo de drogas.

Carlos tiene 32 años y relata con mucha tristeza lo que vivió durante 10 años a causa de las drogas. Fue una etapa muy difícil para él, pues con un rostro desencajado y con una voz entrecortada, recuerda que se involucró con grupos de drogadictos y distribuidores de droga que le hicieron caer muy bajo.

Aunque no recuerda muy bien cómo inició con su adicción, relata que tenía entre 16 y 17 años. Lo primero que probó fue el alcohol y de ahí dio el gran salto para la marihuana y otro tipo de drogas que lo marcaron de por vida.

UNA DÉCADA DE VIOLENCIA Y DROGAS

Fueron más de 10 años los que dedicó a la drogadicción y a participar en diversas actividades con grupos de jóvenes adictos en una colonia de la periferia de esta ciudad, donde las riñas, los robos, los asaltos y los homicidios fueron comunes a causa del mundo de las drogas. Muchos de sus conocidos murieron en actos violentos.

A causa del consumo de drogas, en el que también sobresalió el famoso arponazo, Carlos conoció a los principales distribuidores y corredores de estupefacientes, además de que llegó el momento en que se dedicó a la venta para obtener recursos.

La relación con su familia se deterioró; para su mamá él fue una total decepción, algo de lo que ahora se arrepiente, pues por más que ha luchado por enderezar su vida el pasado aún le pesa.

Relata que en una ocasión hubo una fiesta y de repente llegó un joven que quiso llamar la atención con algunas cervezas.

El gusto le duró poco, pues de repente todos los que estaban ahí y drogados se le fueron encima, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo inconsciente, malherido y en medio de un charco de sangre

En ocasiones ya no alcanzaba el recurso para continuar con el consumo, por lo que se recurría incluso al agua encharcada en las calles para disolver cocaína y hacerla más rendidora.

Carlos tiene esposa y una hija de tres años en la actualidad. Después de vivir una situación dramática a causa de la drogadicción, hace dos años hizo un esfuerzo para alejarse paulatinamente de las drogas, sin embargo, los daños a su organismo son delicados, pues sufre el síndrome de abstinencia y tiene que tomar medicamento controlado para salir adelante y ganarse la vida honradamente.

"EL CRISTAL DESTRUYÓ MI FAMILIA; PENSABA SUICIDARME"

A sus 14 años de edad, Héctor ha pensado en repetidas ocasiones quitarse la vida a causa de que la droga conocida como cristal destruyó su vínculo familiar, que "pasó de hermoso a horrible".

Héctor no es el adicto, su hermana de 18 años es la que cayó en una fuerte adicción y con ello se olvidó de que tiene una hija y otros familiares, a los que ha dañado a causa de su comportamiento.

Hace cinco meses la joven comenzó con un cambio drástico, cada vez es más irritable, se enoja por cualquier cosa y discute demasiado con Héctor, quien relata con tristeza su testimonio.

La joven confesó su drogadicción a su papá, quien con el afán de ayudarla la internó en algunos anexos que no fueron suficientes para alejarla del consumo de drogas.

Su hija tiene 3 años de edad y prácticamente vive en el abandono de su madre. Los cuidados los realiza su abuelito, papá de la joven y de Héctor, quienes al igual que otros miembros de la familia ya no viven con la misma alegría y entusiasmo debido al daño indirecto que sufren por las drogas.

Emocionalmente me deprimo, me desespero, me da ansiedad, mi vida ha cambiado. Hay veces que me siento triste, porque pienso en que ya no es lo mismo y he llegado a pensar en suicidarme

Héctor no pudo continuar con sus estudios de preparatoria en este ciclo escolar debido a todos los inconvenientes que han surgido debido a la drogadicción de su hermana.

Con el respaldo de su papá acudió al Módulo de Salud Mental de la Secretaría de Salud, donde a través de una serie de terapias ha logrado recuperarse, valorarse y luchar para salir adelante con el apoyo de su padre; su hermana aún no accede a recibir ayuda.

SE INICIA CON POCO, LUEGO ES DIFÍCIL PARAR

Hace un año aproximadamente, Édgar vivió en el mundo de la drogadicción a causa del desinterés y la falta de atención que, según, él sufrió de parte de su madre.

En ese entonces tenía 14 años y vivía fuera de la ciudad. Sus papás están divorciados y su mamá, joven, inició una nueva relación con un hombre adinerado, que le pidió vivir en una casa aparte.

Édgar prácticamente vivía solo y acudía a visitar a su mamá una o dos veces por semana. El dinero nunca le faltaba, pues a veces recibía hasta mil pesos semanales para su escuela y alimentación.

En la escuela lo frecuentaba mucho un compañero que le ofrecía marihuana y de tanto insistirle finalmente lo convenció.

Previamente ya se había alcoholizado y ese fue el inicio de una etapa de drogadicción, pues luego de la marihuana siguieron otros tipos de drogas que aumentaron su necesidad por mantenerse drogado en todo momento.

Mi mamá tuvo un descuido conmigo; yo era un niño de 13 o 14 años sin rumbo fijo y con demasiado tiempo libre. Además de que me daban mucho dinero y la mayoría de ese dinero lo dediqué a la compra de drogas, a veces gastaba más de 500 (pesos) en drogas y me drogaba incluso en el baño de la escuela

En una ocasión su madre acudió a la vivienda donde estaba Édgar. En ese momento el joven se drogaba con marihuana y al abrir la puerta de su habitación fue descubierto. Para tratar de alejarlo de la adicción se mudaron a esta capital, donde Édgar no tardó en involucrarse nuevamente en el mundo de las drogas.

Su estado de salud y su rendimiento físico se degradaron drásticamente, pues cada vez su organismo reclamaba dosis más altas. "Se empieza con poco, luego es difícil detenerse".

Su mamá tomó como última opción mandarlo al Colegio Militar en la Ciudad de México, sin embargo, antes de que eso sucediera Édgar encontró un respaldo en el módulo de Salud Mental de la Secretaría de Salud, donde por medio de las terapias pudo alejarse paulatinamente de la drogadicción. Ahora se dedica al estudio y a la práctica del muay thai.

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