/ lunes 30 de octubre de 2023

Ellas vienen a visitarnos

Este jueves 2 de noviembre llegan los fieles difuntos… y las difuntas también. Sin duda, es el Día de Muertos una fecha emblemática para nuestro país dado el clima de violencia y terror. De festividad tradicional, en la última década se ha tornado en un día de dolor por las ausencias provocadas por las desapariciones, pero también por los feminicidios.

De acuerdo con el último reporte del informe presentado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), durante este año en México se han perpetrado seiscientos veinticinco feminicidios. El estado de Veracruz ocupa el tercer lugar nacional con cuarenta casos, sitio que comparte con Ciudad de México. Les aventajan Nuevo León con cincuenta y cuatro feminicidios y Estado de México con setenta y dos. En la lista de los cien municipios con más feminicidios en el país encontramos a Papantla en el número sesenta y cinco y a Veracruz en el sesenta y seis.

Entre homicidios dolosos y culposos, hasta septiembre de este año el país contaba con cuatro mil ochocientos treinta y ocho. Veracruz presenta un total de ciento noventa y nueve homicidios de mujeres. Estos datos corresponden a información oficial presentada también por el Secretariado.

No nos van a alcanzar los concursos de altares ni los desfiles de catrinas para recordarlas. Si bien “Todos Santos”, como también se conoce a esta festividad tradicional, tiene una intencionalidad de memoria y veneración a quienes se nos han adelantado, no podemos dejar de lado que la muerte se presenta y nos atraviesa de distintas maneras hoy en día. No verlo es frivolizar la tradición misma. ¿Qué pasa cuando una tradición se convierte en una celebración sin sentido que no reconoce la zozobra que provoca la guerra de baja intensidad en la que vivimos y normalizamos cotidianamente?

¿Qué pasa cuando la muerte por vejez o por enfermedad se ha convertido en un “lujo” y ahora nos diezma la violencia? ¿Cuándo no vemos a las infancias dando tumbos como víctimas indirectas de feminicidio o a las sobrevivientes de tentativa de feminicidio tratando de que se les repare el daño?

Solo hay fiesta, tal vez derrama económica, días feriados, lucimiento de personajes que buscan el menor pretexto para hacer presencia en medio de una contienda electoral que hace rato comenzó. Eso, nada más. Fiesta pero también tristeza.

Desde este espacio recordamos a las víctimas de feminicidio. En los altares que las recuerdan en estos días se les debería ofrendar justicia, pero lejos estamos de que eso suceda.

*Coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. Universidad Veracruzana

Este jueves 2 de noviembre llegan los fieles difuntos… y las difuntas también. Sin duda, es el Día de Muertos una fecha emblemática para nuestro país dado el clima de violencia y terror. De festividad tradicional, en la última década se ha tornado en un día de dolor por las ausencias provocadas por las desapariciones, pero también por los feminicidios.

De acuerdo con el último reporte del informe presentado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), durante este año en México se han perpetrado seiscientos veinticinco feminicidios. El estado de Veracruz ocupa el tercer lugar nacional con cuarenta casos, sitio que comparte con Ciudad de México. Les aventajan Nuevo León con cincuenta y cuatro feminicidios y Estado de México con setenta y dos. En la lista de los cien municipios con más feminicidios en el país encontramos a Papantla en el número sesenta y cinco y a Veracruz en el sesenta y seis.

Entre homicidios dolosos y culposos, hasta septiembre de este año el país contaba con cuatro mil ochocientos treinta y ocho. Veracruz presenta un total de ciento noventa y nueve homicidios de mujeres. Estos datos corresponden a información oficial presentada también por el Secretariado.

No nos van a alcanzar los concursos de altares ni los desfiles de catrinas para recordarlas. Si bien “Todos Santos”, como también se conoce a esta festividad tradicional, tiene una intencionalidad de memoria y veneración a quienes se nos han adelantado, no podemos dejar de lado que la muerte se presenta y nos atraviesa de distintas maneras hoy en día. No verlo es frivolizar la tradición misma. ¿Qué pasa cuando una tradición se convierte en una celebración sin sentido que no reconoce la zozobra que provoca la guerra de baja intensidad en la que vivimos y normalizamos cotidianamente?

¿Qué pasa cuando la muerte por vejez o por enfermedad se ha convertido en un “lujo” y ahora nos diezma la violencia? ¿Cuándo no vemos a las infancias dando tumbos como víctimas indirectas de feminicidio o a las sobrevivientes de tentativa de feminicidio tratando de que se les repare el daño?

Solo hay fiesta, tal vez derrama económica, días feriados, lucimiento de personajes que buscan el menor pretexto para hacer presencia en medio de una contienda electoral que hace rato comenzó. Eso, nada más. Fiesta pero también tristeza.

Desde este espacio recordamos a las víctimas de feminicidio. En los altares que las recuerdan en estos días se les debería ofrendar justicia, pero lejos estamos de que eso suceda.

*Coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. Universidad Veracruzana