Córdoba, Ver.- Las narraciones en su mayoría sobrenaturales dan peso importante a la ciudad en donde son contadas, en Córdoba se tienen tradiciones como los recorridos por sitios históricos en los que cuentan leyendas sobre sus espacios más emblemáticos atrayendo al turismo y habitantes, pues mucha gente ha perdido la cultura de contar estas historias a las nuevas generaciones.
Existe en Córdoba una leyenda conocida como El Mascarón y el Gallo de Oro, que narra la historia de Don Ladrón de Clavijo y Mauleón.
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¿Cuál es la leyenda del Mascarón y el Gallo de Oro?
En los muros de un antiguo ‘caserón’ en la Villa de Córdoba posaba la figura de un gallo, parte importante de esta leyenda, dicha vivienda pertenecía a un acaudalado señor de nombre Ladrón de Clavijo y Mauleón.
En la casa fue construida una bóveda que resguardaba toda la fortuna de Don Ladrón y los títulos de los terrenos, aquel lugar era precisamente el corral de la casa donde había un gallo y era el único testigo del escondite.
El hombre poco tiempo después murió sin haber revelado el secreto de su tesoro, por lo que la enorme mansión fue repartida entre los dos únicos parientes lejanos que había. Cada uno con su parte empezaron a hacer cambios en la casa para luego ponerla en venta decidiendo entre otras muchas cosas deshacerse de los animales que allí habitaban para después de malbaratar la propiedad dieron ordenes de que mataran al viejo gallo.
El joven, compadecido del pobre animal, lo puso sobre el escalón de puerta oculta y lo tapó con una canasta para no ser visto, momentos después dijo a los patrones que sus órdenes habían sido cumplidas.
Esa misma noche cuando el trabajador volvió por el gallo, el animal cantó dos veces con voz humana diciendo:
Debajo de este viejo escalón, enterró sus riquezas Don Ladrón de Clavijo y Mauleón
El sirviente sacó todo el oro y así logró comprar la mitad de la enorme casa mandando a poner en la parte de afuera un gallo que hoy día da vida a los relatos de la ciudad de los 30 Caballeros.
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A los pocos años, en la casona adornaron con una extraña máscara, y el lugar empezó a ser conocido como la encrucijada del Mascarón y el Gallo de Oro.
Dicen que el mascarón y el Gallo de oro saben todos los nombres de las señoras Cordobesas que donaron sus prendas para fundir la voz de las viejas campanas quienes en noches sin luna aún se escuchan como narran las leyendas.
Otros dicen que el dueño era un viejo pirata que, cansado de navegar, arribó con su nave llamada “La Mascarona” a la tranquila villa de Córdoba para construir su casa soñada.