/ sábado 12 de junio de 2021

Tatuajes en mujeres es apropiarse de su cuerpo

Dolly es la fundadora de Doll house una casa de tatuajes y perforaciones que se asume como feminista

“Como mujeres tenemos estereotipos muy marcados de cómo debe ser una señorita, cómo debe lucir una mujer, qué debe tener o cómo debe comportarse; tatuarse, ponerse un piercing o realizarse una modificación corporal, es en este contexto empoderarse y decir: sí, soy dueña de mi cuerpo, y luzco como quiero lucir y puedo ser lo que yo quiera ser”, indica Cristina Domínguez Andrade, mejor conocida en el mundo de la tinta como Dolly Piercink.

Dolly es la fundadora de Doll house una casa de tatuajes y perforaciones que se asume como feminista, conformado por nueve mujeres, quienes buscan brindar un espacio seguro y cómodo para aquellas que quieran apropiarse de su cuerpo y convertirlo en arte. Este taller exclusivo de tatuadoras es el único en Xalapa y de los pocos del país.

“Nuestro cuerpo es lo único que realmente nos pertenece; llegamos al mundo y ya hay una serie de estereotipos y de etiquetas que la sociedad espera que sigamos, y justo el poder decidir por encima de esos estándares y de esos estereotipos es el empoderamiento más grande que podemos tener, porque es nuestro cuerpo, y entonces podemos superar eso que la sociedad siempre nos ha dicho de cómo tenemos que lucir”, indica Domínguez Andrade.

Agrega que hay que tener una visión artística acerca del tema, y no separarlo del significado que tiene una pieza artística: “ya sea un piercing, un tatuaje, cualquier tipo de intervención, es una manera más de comunicar un sentimiento y viene desde al artista hasta la persona, donde la piel se vuelve un lienzo”, agrega.

UNA VISIÓN FEMINISTA

Dolly señala que aunque hay muchos estudios de tatuajes y perforaciones, en realidad la industria es un territorio primordialmente de hombres, donde son pocas las mujeres que se convierten en tatuadoras y que logran tener un espacio en los lugares ya establecidos.

Por tanto, Doll house nace con la visión de ser una casa de mujeres para mujeres, donde se les respeta, acompaña y orienta para tomar la decisión que las haga sentir plenas con su cuerpo.

A diferencia de otros espacios, en el estudio hay luces de colores suaves, peluches, muñecas, sillones con almohadas, café, agua, botanas, música que puede ir de lo romántico a lo electrónico o rock clásico, domina en todo el espacio el rosa y morado de los algodones de azúcar, dando la sensación de estar en una casa de muñecas.

“Doll house ha aportado a todas las mujeres que se han atrevido a venir con nosotras la oportunidad de tatuarse en un espacio donde se sientan cómodas, seguras; llegan muchas mujeres que dicen ‘desde cuando quería hacerlo, pero no me atrevía’; madres, abuelas que dicen ‘yo quería uno desde joven’, y entonces llegan aquí, incluso con su hija o su nieta, y se sienten seguras para tomar la decisión y apoderarse de cuerpo”, indica Dolly.

Agrega que la respuesta que ha tenido el sitio habla de que había una necesidad de las mujeres de tener un espacio más acorde a sus necesidades. No obstante, Dolly indica que asumirse como tatuadoras feministas ha significado un reto, en cuanto a que han tenido que defender sus ideas, su propuesta e incluso sortear mensajes de odio y amenazas por su condición de mujeres que buscan empoderarse y ayudar a otras a ejercer su propio poder de decisión.

“Decir soy mujer, soy tatuadora y soy feminista es finalmente exponerse a muchas expresiones de odio, pero es parte de defender tu ideología; no es algo fácil, pero es una decisión que tomamos y que asumimos”, explica.

UN SUEÑO DE LA INFANCIA

Desde los 12 años Dolly tuvo el sueño se tener su propio estudio de tatuajes; indica que fue a los nueve cuando vio por primera vez a alguien tatuado y se enamoró de la idea poder “pintar en la piel”.

Relata que alcanzar un sueño no es fácil, en su caso ha tenido que dividir su tiempo entre ir a sus clases en la Universidad Veracruzana, de dónde está apunto de graduarse en Artes visuales, y tener dos empleos para sacar adelante sus estudios e ir ahorrando para cumplir su meta.

“Cuando comencé mi deconstrucción y comencé a conocer sobre el feminismo, me di cuenta de dos cosas: que no quería trabajar con hombres y que quienes más me visitaban en el departamento eran mujeres y él discurso de ellas era que querían hacerse algo, pero no se atrevían a entrar a un taller de hombres; entonces fue cuando dije: necesitamos un lugar para mujeres, donde se sientan acompañadas, seguras y libres”, indica Dolly.

La idea de la casa comenzó en su departamento, acondicionando la sala, con los materiales más indispensables, pero ya con el concepto de un sitio femenino y tranquilo; poco a poco se dio a la tarea de invitar a otras mujeres artistas a sumarse a su proyecto, la mayoría de ellas sin formación como tatuadoras, por lo que se convirtió en mentora de las ocho jóvenes que la acompañan en la aventura.

Al crecer la plantilla de tatuadoras se vieron en la necesidad de buscar un lugar más confortable y fue así como llegaron a una casa ubicada en Ignacio Allende número 78, entre Leona Vicario y Juan Zili, en la zona centro de Xalapa.

Dolly invita a las personas a investigar y conocer más acerca del mundo del tatuaje y la modificación corporal, no juzgar sin conocer la historia y el esfuerzo que hay detrás; y dejar de lado los prejuicios que hay acerca de las personas que han decidido apropiarse de su cuerpo y convertirlo en arte.

“Hay que hablar de la libertad de ser como queremos; desobedecer y revelarnos; expresar que no valemos ni más ni menos por como luzcamos”, finaliza Dolly Piercink.

“Como mujeres tenemos estereotipos muy marcados de cómo debe ser una señorita, cómo debe lucir una mujer, qué debe tener o cómo debe comportarse; tatuarse, ponerse un piercing o realizarse una modificación corporal, es en este contexto empoderarse y decir: sí, soy dueña de mi cuerpo, y luzco como quiero lucir y puedo ser lo que yo quiera ser”, indica Cristina Domínguez Andrade, mejor conocida en el mundo de la tinta como Dolly Piercink.

Dolly es la fundadora de Doll house una casa de tatuajes y perforaciones que se asume como feminista, conformado por nueve mujeres, quienes buscan brindar un espacio seguro y cómodo para aquellas que quieran apropiarse de su cuerpo y convertirlo en arte. Este taller exclusivo de tatuadoras es el único en Xalapa y de los pocos del país.

“Nuestro cuerpo es lo único que realmente nos pertenece; llegamos al mundo y ya hay una serie de estereotipos y de etiquetas que la sociedad espera que sigamos, y justo el poder decidir por encima de esos estándares y de esos estereotipos es el empoderamiento más grande que podemos tener, porque es nuestro cuerpo, y entonces podemos superar eso que la sociedad siempre nos ha dicho de cómo tenemos que lucir”, indica Domínguez Andrade.

Agrega que hay que tener una visión artística acerca del tema, y no separarlo del significado que tiene una pieza artística: “ya sea un piercing, un tatuaje, cualquier tipo de intervención, es una manera más de comunicar un sentimiento y viene desde al artista hasta la persona, donde la piel se vuelve un lienzo”, agrega.

UNA VISIÓN FEMINISTA

Dolly señala que aunque hay muchos estudios de tatuajes y perforaciones, en realidad la industria es un territorio primordialmente de hombres, donde son pocas las mujeres que se convierten en tatuadoras y que logran tener un espacio en los lugares ya establecidos.

Por tanto, Doll house nace con la visión de ser una casa de mujeres para mujeres, donde se les respeta, acompaña y orienta para tomar la decisión que las haga sentir plenas con su cuerpo.

A diferencia de otros espacios, en el estudio hay luces de colores suaves, peluches, muñecas, sillones con almohadas, café, agua, botanas, música que puede ir de lo romántico a lo electrónico o rock clásico, domina en todo el espacio el rosa y morado de los algodones de azúcar, dando la sensación de estar en una casa de muñecas.

“Doll house ha aportado a todas las mujeres que se han atrevido a venir con nosotras la oportunidad de tatuarse en un espacio donde se sientan cómodas, seguras; llegan muchas mujeres que dicen ‘desde cuando quería hacerlo, pero no me atrevía’; madres, abuelas que dicen ‘yo quería uno desde joven’, y entonces llegan aquí, incluso con su hija o su nieta, y se sienten seguras para tomar la decisión y apoderarse de cuerpo”, indica Dolly.

Agrega que la respuesta que ha tenido el sitio habla de que había una necesidad de las mujeres de tener un espacio más acorde a sus necesidades. No obstante, Dolly indica que asumirse como tatuadoras feministas ha significado un reto, en cuanto a que han tenido que defender sus ideas, su propuesta e incluso sortear mensajes de odio y amenazas por su condición de mujeres que buscan empoderarse y ayudar a otras a ejercer su propio poder de decisión.

“Decir soy mujer, soy tatuadora y soy feminista es finalmente exponerse a muchas expresiones de odio, pero es parte de defender tu ideología; no es algo fácil, pero es una decisión que tomamos y que asumimos”, explica.

UN SUEÑO DE LA INFANCIA

Desde los 12 años Dolly tuvo el sueño se tener su propio estudio de tatuajes; indica que fue a los nueve cuando vio por primera vez a alguien tatuado y se enamoró de la idea poder “pintar en la piel”.

Relata que alcanzar un sueño no es fácil, en su caso ha tenido que dividir su tiempo entre ir a sus clases en la Universidad Veracruzana, de dónde está apunto de graduarse en Artes visuales, y tener dos empleos para sacar adelante sus estudios e ir ahorrando para cumplir su meta.

“Cuando comencé mi deconstrucción y comencé a conocer sobre el feminismo, me di cuenta de dos cosas: que no quería trabajar con hombres y que quienes más me visitaban en el departamento eran mujeres y él discurso de ellas era que querían hacerse algo, pero no se atrevían a entrar a un taller de hombres; entonces fue cuando dije: necesitamos un lugar para mujeres, donde se sientan acompañadas, seguras y libres”, indica Dolly.

La idea de la casa comenzó en su departamento, acondicionando la sala, con los materiales más indispensables, pero ya con el concepto de un sitio femenino y tranquilo; poco a poco se dio a la tarea de invitar a otras mujeres artistas a sumarse a su proyecto, la mayoría de ellas sin formación como tatuadoras, por lo que se convirtió en mentora de las ocho jóvenes que la acompañan en la aventura.

Al crecer la plantilla de tatuadoras se vieron en la necesidad de buscar un lugar más confortable y fue así como llegaron a una casa ubicada en Ignacio Allende número 78, entre Leona Vicario y Juan Zili, en la zona centro de Xalapa.

Dolly invita a las personas a investigar y conocer más acerca del mundo del tatuaje y la modificación corporal, no juzgar sin conocer la historia y el esfuerzo que hay detrás; y dejar de lado los prejuicios que hay acerca de las personas que han decidido apropiarse de su cuerpo y convertirlo en arte.

“Hay que hablar de la libertad de ser como queremos; desobedecer y revelarnos; expresar que no valemos ni más ni menos por como luzcamos”, finaliza Dolly Piercink.

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