/ miércoles 3 de abril de 2024

El debate sobre la historia

Al comenzar a leer el libro “El amanecer de todo”, de David Graeber (antropólogo) y David Wengrow (arqueólogo), Ariel-Paidós, México, 2023, entramos en una supuesta nueva historia de la humanidad que cuestiona las ideas de autores como Jared Diamond (“El mundo hasta ayer”, 2012), Francis Fukuyama (“El fin de la historia y el último hombre”, 1992) y Yuval Noah Harari, a quien he citado varias veces en artículos anteriores, autor de “De animales a dioses. Breve historia de la humanidad” publicado en 2014, todos ellos con varias obras más relativas a la historia y al ser humano, de entrada me parece bastante interesante.

Su discurso es ameno, lleno de reflexiones en el sentido de lo que un arqueólogo y un antropólogo pueden «reconstruir [de] esa gran narrativa de la historia de la humanidad», ahora «con pruebas modernas», como asegura Wengrow. Entre las cuestiones que tratan en el primer capítulo me interesó el tema de la desigualdad en el terreno social, étnico, político, cultural, económico, filosófico, y hoy incluimos de género, nacionalidad, habilidades físicas y mentales.

El homo sapiens existe desde hace 200 mil años, pero muy poco se sabe de lo que ha sucedido en la mayor parte de ese tiempo. Algunos historiadores y pensadores en distintas disciplinas han aventurado suposiciones basadas en diversos supuestos científicos reconocidos, pero al final muy poco puede ser comprobado. Quizá pocas personas del público lector se interesan por conocer algo que piensan que no altera sus vidas, pero cuando asociamos ese pasado con lo que el hombre es hoy, el asunto adquiere otra dimensión.

Graeber y Wengrow quieren dar una razón cuando se reflexiona «acerca de por qué el mundo es un desastre y por qué los seres humanos se tratan tan mal unos a otros». La explotación del hombre por el hombre, la obsesión por la guerra, la falta de una sana convivencia, la empatía hacia los demás, la pobreza, la marginación, la discriminación… Ellos cuestionan si el ser humano ha sido siempre así, o si en algún momento de la evolución algo se comenzó a hacer muy mal.

Refieren que la historia ha mitificado a las pequeñas tribus de cazadores-recolectores como grupos felices en su relación con los demás, prestos a protegerse unos con otros, pero que al surgir la revolución agrícola y la fundación de las grandes ciudades, llegó la civilización y la aparición del Estado como ente regulador de las nuevas sociedades y esa supuesta felicidad llegó a su fin.

Revisan la cuestión de si el hombre es bueno o malo por naturaleza, a sabiendas de que los conceptos de bueno y malo son puramente humanos, comparativos para los hechos y actos que las personas realizan. Lo que les lleva a cuestionar a dos pensadores que influyeron notablemente en el pensamiento de la Edad Moderna: Thomas Hobbes (Leviatán, 1651) y Jean-Jacques Rousseau (Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, 1755), en la interpretación de la historia antigua del hombre.

Hobbes fue importante en la ilustración como uno de los primeros pensadores en eliminar a la Iglesia de los asuntos del Estado. Pero su visión de la naturaleza humana fue negativa pues para él las personas actúan por interés propio, son egoístas y competitivas por naturaleza, lo que les lleva a un estado de guerra constante. “La vida del hombre [era] solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”, Leviatán, Cap. 13.

El problema de Rousseau con las sociedades desarrolladas (post agrícolas) es que en ellas ocurren todo tipo de injusticias y desigualdades. Corrompen la felicidad y la libertad natural de los seres humanos al crear desigualdades artificiales de riqueza, poder y privilegio social. Cuestionar estos conceptos de alguna manera aceptados por siglos, es ya una tarea bastante compleja. Continuaremos.

gnietoa@hotmail.com

Al comenzar a leer el libro “El amanecer de todo”, de David Graeber (antropólogo) y David Wengrow (arqueólogo), Ariel-Paidós, México, 2023, entramos en una supuesta nueva historia de la humanidad que cuestiona las ideas de autores como Jared Diamond (“El mundo hasta ayer”, 2012), Francis Fukuyama (“El fin de la historia y el último hombre”, 1992) y Yuval Noah Harari, a quien he citado varias veces en artículos anteriores, autor de “De animales a dioses. Breve historia de la humanidad” publicado en 2014, todos ellos con varias obras más relativas a la historia y al ser humano, de entrada me parece bastante interesante.

Su discurso es ameno, lleno de reflexiones en el sentido de lo que un arqueólogo y un antropólogo pueden «reconstruir [de] esa gran narrativa de la historia de la humanidad», ahora «con pruebas modernas», como asegura Wengrow. Entre las cuestiones que tratan en el primer capítulo me interesó el tema de la desigualdad en el terreno social, étnico, político, cultural, económico, filosófico, y hoy incluimos de género, nacionalidad, habilidades físicas y mentales.

El homo sapiens existe desde hace 200 mil años, pero muy poco se sabe de lo que ha sucedido en la mayor parte de ese tiempo. Algunos historiadores y pensadores en distintas disciplinas han aventurado suposiciones basadas en diversos supuestos científicos reconocidos, pero al final muy poco puede ser comprobado. Quizá pocas personas del público lector se interesan por conocer algo que piensan que no altera sus vidas, pero cuando asociamos ese pasado con lo que el hombre es hoy, el asunto adquiere otra dimensión.

Graeber y Wengrow quieren dar una razón cuando se reflexiona «acerca de por qué el mundo es un desastre y por qué los seres humanos se tratan tan mal unos a otros». La explotación del hombre por el hombre, la obsesión por la guerra, la falta de una sana convivencia, la empatía hacia los demás, la pobreza, la marginación, la discriminación… Ellos cuestionan si el ser humano ha sido siempre así, o si en algún momento de la evolución algo se comenzó a hacer muy mal.

Refieren que la historia ha mitificado a las pequeñas tribus de cazadores-recolectores como grupos felices en su relación con los demás, prestos a protegerse unos con otros, pero que al surgir la revolución agrícola y la fundación de las grandes ciudades, llegó la civilización y la aparición del Estado como ente regulador de las nuevas sociedades y esa supuesta felicidad llegó a su fin.

Revisan la cuestión de si el hombre es bueno o malo por naturaleza, a sabiendas de que los conceptos de bueno y malo son puramente humanos, comparativos para los hechos y actos que las personas realizan. Lo que les lleva a cuestionar a dos pensadores que influyeron notablemente en el pensamiento de la Edad Moderna: Thomas Hobbes (Leviatán, 1651) y Jean-Jacques Rousseau (Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, 1755), en la interpretación de la historia antigua del hombre.

Hobbes fue importante en la ilustración como uno de los primeros pensadores en eliminar a la Iglesia de los asuntos del Estado. Pero su visión de la naturaleza humana fue negativa pues para él las personas actúan por interés propio, son egoístas y competitivas por naturaleza, lo que les lleva a un estado de guerra constante. “La vida del hombre [era] solitaria, pobre, desagradable, brutal y breve”, Leviatán, Cap. 13.

El problema de Rousseau con las sociedades desarrolladas (post agrícolas) es que en ellas ocurren todo tipo de injusticias y desigualdades. Corrompen la felicidad y la libertad natural de los seres humanos al crear desigualdades artificiales de riqueza, poder y privilegio social. Cuestionar estos conceptos de alguna manera aceptados por siglos, es ya una tarea bastante compleja. Continuaremos.

gnietoa@hotmail.com