Lo que le faltaba a Morena en Veracruz se dio la semana pasada, cuando empezó a circular profusamente, en todas las redes sociales, una de las múltiples propiedades que le atribuyen a la candidata de ese instituto político a la gubernatura, ubicada en el fraccionamiento “El Dorado”, en Boca del Río, valuada en por lo menos 50 millones de pesos. Casi nada.
Por más que quiera el círculo cercano a la candidata o don Andrés, inclusive, justificar tan solo esa propiedad, es imposible, porque ni sumando los salarios que ha cobrado como diputada federal primero, luego como secretaria de Energía, más los de su esposo con la pensión que Pemex le otorga cada mes, puede justificarse la friolera que vale esa mansión. Y peor cuando viene a chocar con el credo amloista de no corromperse cuando está uno dentro de la función pública.
Allí está el resultado de andar atacando a Manuel Huerta Ladrón de Guevara, de mandar a Zenyazen a empolvarse sus mocasines a buscarle votos, de mandar al carajo a Cuitláhuac y su parentela, de jubilar a Erick Cisneros porque ya se sentía gobernador, y gritarles que no necesitaba de ellos para triunfar el 2 de junio, que alguno de éstos, o todos juntos, empezaron a tenderle la cama para que la zacatecana empiece a sentir lo que es amar a Veracruz en tierra ajena.
El que hoy sepamos que Chío tuvo que desviar dinero de la refinería Olmeca para comprar ese palacete, así como las otras propiedades que el sanrafaelense Arturo Castagné Couturier se está encargando de enlistar, con números de escrituras y notarías donde se realizaron las multimillonarias transacciones, es producto de fuego amigo. Viene de los heridos que la candidata magenta ha dejado en su soberbia dentro de su partido, y que fue o fueron los que filtraron con dicho empresario toda esta información, más otras que se darán a conocer semanas más adelante, porque por lo que se observa, no le van a dar tregua de aquí y hasta el 2 de junio, salvo que el Peje ordene su sustitución, porque lo que ya es evidente es que la Chío ya perdió desde hoy la gubernatura.
Baste ver el trato frío que le dio Claudia Sheinbaum el fin de semana en su visita al sur de Veracruz –donde se supone que la zacatecana tiene su feudo de poder-, mandándola al burladero, al lado de las porristas, detrás de las vallas, igualito a donde mandó semanas atrás al exsecretario de Educación, a suelo raso, sin permitirle estar en el templete, bajo el más tonto argumento de que lo hacía porque como candidata a gobernadora no podía estar allí, con ella, cuando bastaba con que no la mencionaran con el cargo que ostenta de candidata.
Y mientras, arriba, a su diestra, sonriente, brindando miradas compasivas, Manuel Huerta con Claudia Sheinbaum, contemplando ese escenario, mirando para abajo a los que han osado jugarle las contras, en ese terrible juego de los espejos.
Qué sabios esos dichos o proverbios populares que los hemos heredados de nuestros padres y abuelos: del plato a la boca, se cae la sopa.
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