/ miércoles 24 de enero de 2024

El poder no se entrega, se defiende

Siembra vientos y cosecharás tempestades. El tablero político se reacomoda conforme finaliza el sexenio, y los actores arman su propio juego. Heridas de guerra, lecciones de batalla, en este combate, hay que decirlo, los golpes más dolorosos han sido tanto de la torpeza propia como de las traiciones al interior de cada equipo.

Como lo he repetido incansablemente el proceso electoral no debería convertirse en la lucha irredenta entre dos sistemas contrapuestos, sino en el debate de ideas para lograr una sociedad más justa e integrada en cualquier caso, el país seguirá estando aquí después de la elección, y muy pronto toda esta política dejará de tener importancia.

Lo importante, al final de cuentas, es el país que estamos construyendo a futuro: un país, en el que necesariamente, hemos de caber todos.

Como lo he comentado en otras ocasiones leer es permitirnos comprender que nuestra historia hay quienes nos han dejado testimonio de lo que hoy nos genera preguntas de las que, a veces, no alcanzamos a vislumbrar su respuesta. Es una obviedad señalar que, al parecer, los conflictos y las crisis sociales ocupan muchas páginas de los libros e, inclusive, de la literatura que suele acompañarnos todos los días. No es casualidad que uno de los primeros textos que se consideran como parte de la historia de la literatura y de la propia escritura, el poema babilónico de Gilgamesh, del cual, por cierto, se puede encontrar una extraordinaria edición publicada por el Colegio México que estuvo a cargo de uno de sus profesores más ilustres, el maestro Jorge Silva Castillo, narra el enfrentamiento de este Rey en contra de Enkidú e inclusive con las deidades más importantes del panteón mesopotámico.

Quizá lleguen a nuestra memoria numerosas narraciones de pueblos que nos hablan acerca de la importancia de sus personajes al resolver, con la astucia y fuerza bélica, los conflictos que le dieron sentido a su identidad.

Cavafis, poeta griego cuya lectura nos coloca al mundo heleno bajo la mirada de una compleja actualidad, planteaba en su poema Esperando a los bárbaros algo que no deja de resultar inquietante: ¿Qué esperamos reunidos en el ágora? Los bárbaros llegarán hoy. ¿Por qué la intranquilidad en el senado? Porque los bárbaros llegarán hoy. ¿Por qué los senadores no legislan? ¿Qué nuevas leyes van a dictar? Cuándo los bárbaros lleguen / harán sus propias. ¿Por qué se levantó tan temprano el emperador? Porque los bárbaros llegarán hoy, y el emperador espera recibir a su jefe.

Vivimos bajo la amenaza constante de un conflicto armado de dimensiones mundiales, de guerras civiles, invasiones, persecuciones sin sentido y un fanatismo que crece cada día. Pero, nosotros y nosotras, también respiramos bajo la amenaza de la violencia y del crimen organizado que ha sido recibido con los privilegios destinados a los bárbaros de Cavalis. Y, sin embargo, lo cotidiano se impone la grandeza de quienes con su trabajo, creatividad y tenacidad le brindan esperanza a quienes saben que la dignidad del humano no depende de quienes la pisotean con sus discursos de politiquería populista o los que pretenden imponer la barbarie de la muerte. Eso también se encuentra en la historia, son los destellos que arrebatan la mirada y nos permite saber que no podemos acostumbrarnos a la violencia, ni a la injusticia, ni al fanatismo de múltiples rostros. No podemos claudicar ni ser indiferentes a la barbarie que impera.

La política se define como el arte de eludir la ley, las elecciones se convierten en un pretexto para la violencia física o verbal.

Siembra vientos y cosecharás tempestades. El tablero político se reacomoda conforme finaliza el sexenio, y los actores arman su propio juego. Heridas de guerra, lecciones de batalla, en este combate, hay que decirlo, los golpes más dolorosos han sido tanto de la torpeza propia como de las traiciones al interior de cada equipo.

Como lo he repetido incansablemente el proceso electoral no debería convertirse en la lucha irredenta entre dos sistemas contrapuestos, sino en el debate de ideas para lograr una sociedad más justa e integrada en cualquier caso, el país seguirá estando aquí después de la elección, y muy pronto toda esta política dejará de tener importancia.

Lo importante, al final de cuentas, es el país que estamos construyendo a futuro: un país, en el que necesariamente, hemos de caber todos.

Como lo he comentado en otras ocasiones leer es permitirnos comprender que nuestra historia hay quienes nos han dejado testimonio de lo que hoy nos genera preguntas de las que, a veces, no alcanzamos a vislumbrar su respuesta. Es una obviedad señalar que, al parecer, los conflictos y las crisis sociales ocupan muchas páginas de los libros e, inclusive, de la literatura que suele acompañarnos todos los días. No es casualidad que uno de los primeros textos que se consideran como parte de la historia de la literatura y de la propia escritura, el poema babilónico de Gilgamesh, del cual, por cierto, se puede encontrar una extraordinaria edición publicada por el Colegio México que estuvo a cargo de uno de sus profesores más ilustres, el maestro Jorge Silva Castillo, narra el enfrentamiento de este Rey en contra de Enkidú e inclusive con las deidades más importantes del panteón mesopotámico.

Quizá lleguen a nuestra memoria numerosas narraciones de pueblos que nos hablan acerca de la importancia de sus personajes al resolver, con la astucia y fuerza bélica, los conflictos que le dieron sentido a su identidad.

Cavafis, poeta griego cuya lectura nos coloca al mundo heleno bajo la mirada de una compleja actualidad, planteaba en su poema Esperando a los bárbaros algo que no deja de resultar inquietante: ¿Qué esperamos reunidos en el ágora? Los bárbaros llegarán hoy. ¿Por qué la intranquilidad en el senado? Porque los bárbaros llegarán hoy. ¿Por qué los senadores no legislan? ¿Qué nuevas leyes van a dictar? Cuándo los bárbaros lleguen / harán sus propias. ¿Por qué se levantó tan temprano el emperador? Porque los bárbaros llegarán hoy, y el emperador espera recibir a su jefe.

Vivimos bajo la amenaza constante de un conflicto armado de dimensiones mundiales, de guerras civiles, invasiones, persecuciones sin sentido y un fanatismo que crece cada día. Pero, nosotros y nosotras, también respiramos bajo la amenaza de la violencia y del crimen organizado que ha sido recibido con los privilegios destinados a los bárbaros de Cavalis. Y, sin embargo, lo cotidiano se impone la grandeza de quienes con su trabajo, creatividad y tenacidad le brindan esperanza a quienes saben que la dignidad del humano no depende de quienes la pisotean con sus discursos de politiquería populista o los que pretenden imponer la barbarie de la muerte. Eso también se encuentra en la historia, son los destellos que arrebatan la mirada y nos permite saber que no podemos acostumbrarnos a la violencia, ni a la injusticia, ni al fanatismo de múltiples rostros. No podemos claudicar ni ser indiferentes a la barbarie que impera.

La política se define como el arte de eludir la ley, las elecciones se convierten en un pretexto para la violencia física o verbal.