/ martes 28 de julio de 2020

Si no aprenden, renuncien

Millones de mexicanos aún no entienden cómo se trabaja para construir el nuevo país que desea el gobierno federal; tampoco lo entienden algunos de los funcionarios.

La mayoría de quienes ocupan los niveles jerárquicos superiores en la actual administración pública federal, quienes obviamente fueron invitados por el Ejecutivo, se han topado con situaciones que los han expuesto como faltos de conocimiento y destreza de lo que es el servicio público, una buena capacitación previa a tomar sus cargos les habría ayudado mucho a mostrarse no solo competentes, sino maduros, administrativamente hablando.

Quizá ello les hubiera servido para conducirse con apego estricto a las leyes no escritas pero que, sin duda alguna, contribuyen no solo a entregar los mejores resultados, sino a mostrarse como personas profesionalmente éticas y no tomar decisiones dependiendo de sus estados de ánimo.

Alguien dijo que el jefe es el jefe y cuando se equivoca vuelve a mandar, o lo que es lo mismo, puede equivocarse las veces que quiera y volver a mandar, sin problema alguno.

En el ámbito gubernamental cuando se acepta una invitación para trabajar debe saberse que se inicia ese día, pero la fecha de conclusión está en manos de quien invitó y basta un malentendido, un error, algún mal comentario o simplemente caer de la gracia del jefe, para recibir la despedida. Todo esto lo traigo a colación porque el carácter pendenciero ha prevalecido en miembros destacados de la administración federal, que cuando han renunciado a su encargo o han sido retirados del mismo, lo que más les ha preocupado es quedar bien con la opinión pública sin importar exhibir a su jefe, lo que considero no corresponde a la confianza que se les tuvo cuando aceptaron la responsabilidad que les fue conferida.

Retirarse con dignidad, saliendo por la puerta grande y no por la de atrás, siendo agradecidos, sería algo digno de comentar y entender, pero tanto Germán Martínez, Carlos Urzúa y ahora Javier Jiménez Espriú, por nombrar solo tres, recibieron los beneficios que les concedió el Ejecutivo en su momento al ocupar cargos a nivel nacional y después, se fueron haciendo señalamientos públicos a diestra y siniestra.

Los funcionarios de primer nivel, como es el caso, deben opinar y defender sus argumentos en su momento, cara a cara, en sus acuerdos, con su jefe y demás miembros del gabinete y si no hay coincidencias ni se percibe apoyo alguno y a su juicio lo que se ha determinado atenta contra lo que se considera es mejor, de mayor beneficio para la sociedad y el para el propio gobierno, ahí, en ese momento, al concluir la reunión se pide un espacio privado para hablar con el jefe y comunicarle la decisión de separarse del cargo, aportando todos los argumentos. Sin embargo, en los casos que nos ocupan se han ocupado los medios para “cuidarse las espaldas”.

Los diferendos en cualquier gabinete siempre van a existir, es algo normal, ahora ¿no conocían el estilo?, inocentes no son, apenas hace unos días, después de nombrar al nuevo secretario de Comunicaciones le mandó un mensaje desde Salina Cruz: “voy a informar el día de hoy al secretario Jorge Arganis que se nombre en la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante a Rosa Isela Rodríguez”.

No es raro que un presidente nombre personal subordinado a sus secretarios, lo nuevo es que el mandatario lo exhiba como diciendo aquí mando yo.

Creo que quien ha entendido muy bien lo que es el nuevo gobierno es Arturo Herrera, el secretario de Hacienda y Crédito Público, que lleva ya varias regañadas en público y no hace ni gestos. Aquello de que en política hay que tragar sapos, hacer como que nos gustan y pedir más, le viene bien, lo domina.

De tal manera que si no aprenden, renuncien.

Diputado federal del PAN

Millones de mexicanos aún no entienden cómo se trabaja para construir el nuevo país que desea el gobierno federal; tampoco lo entienden algunos de los funcionarios.

La mayoría de quienes ocupan los niveles jerárquicos superiores en la actual administración pública federal, quienes obviamente fueron invitados por el Ejecutivo, se han topado con situaciones que los han expuesto como faltos de conocimiento y destreza de lo que es el servicio público, una buena capacitación previa a tomar sus cargos les habría ayudado mucho a mostrarse no solo competentes, sino maduros, administrativamente hablando.

Quizá ello les hubiera servido para conducirse con apego estricto a las leyes no escritas pero que, sin duda alguna, contribuyen no solo a entregar los mejores resultados, sino a mostrarse como personas profesionalmente éticas y no tomar decisiones dependiendo de sus estados de ánimo.

Alguien dijo que el jefe es el jefe y cuando se equivoca vuelve a mandar, o lo que es lo mismo, puede equivocarse las veces que quiera y volver a mandar, sin problema alguno.

En el ámbito gubernamental cuando se acepta una invitación para trabajar debe saberse que se inicia ese día, pero la fecha de conclusión está en manos de quien invitó y basta un malentendido, un error, algún mal comentario o simplemente caer de la gracia del jefe, para recibir la despedida. Todo esto lo traigo a colación porque el carácter pendenciero ha prevalecido en miembros destacados de la administración federal, que cuando han renunciado a su encargo o han sido retirados del mismo, lo que más les ha preocupado es quedar bien con la opinión pública sin importar exhibir a su jefe, lo que considero no corresponde a la confianza que se les tuvo cuando aceptaron la responsabilidad que les fue conferida.

Retirarse con dignidad, saliendo por la puerta grande y no por la de atrás, siendo agradecidos, sería algo digno de comentar y entender, pero tanto Germán Martínez, Carlos Urzúa y ahora Javier Jiménez Espriú, por nombrar solo tres, recibieron los beneficios que les concedió el Ejecutivo en su momento al ocupar cargos a nivel nacional y después, se fueron haciendo señalamientos públicos a diestra y siniestra.

Los funcionarios de primer nivel, como es el caso, deben opinar y defender sus argumentos en su momento, cara a cara, en sus acuerdos, con su jefe y demás miembros del gabinete y si no hay coincidencias ni se percibe apoyo alguno y a su juicio lo que se ha determinado atenta contra lo que se considera es mejor, de mayor beneficio para la sociedad y el para el propio gobierno, ahí, en ese momento, al concluir la reunión se pide un espacio privado para hablar con el jefe y comunicarle la decisión de separarse del cargo, aportando todos los argumentos. Sin embargo, en los casos que nos ocupan se han ocupado los medios para “cuidarse las espaldas”.

Los diferendos en cualquier gabinete siempre van a existir, es algo normal, ahora ¿no conocían el estilo?, inocentes no son, apenas hace unos días, después de nombrar al nuevo secretario de Comunicaciones le mandó un mensaje desde Salina Cruz: “voy a informar el día de hoy al secretario Jorge Arganis que se nombre en la Coordinación General de Puertos y Marina Mercante a Rosa Isela Rodríguez”.

No es raro que un presidente nombre personal subordinado a sus secretarios, lo nuevo es que el mandatario lo exhiba como diciendo aquí mando yo.

Creo que quien ha entendido muy bien lo que es el nuevo gobierno es Arturo Herrera, el secretario de Hacienda y Crédito Público, que lleva ya varias regañadas en público y no hace ni gestos. Aquello de que en política hay que tragar sapos, hacer como que nos gustan y pedir más, le viene bien, lo domina.

De tal manera que si no aprenden, renuncien.

Diputado federal del PAN