/ viernes 27 de octubre de 2023

La balanza se porta en la izquierda

En efecto, en un sistema político de división de poderes, la existencia de cada uno de ellos tiene como esencia el delimitar y establecerse como un contrapeso que frene eventualmente los excesos del otro, no en función de su existencia o ejercicio propio, sino en función de lo virtuoso y útil que cada uno se presenta para el propio pueblo al que se deben.

La circunstancia que en vida de transformación vive nuestro país, exige la existencia de poderes que estén irrestrictamente al servicio del pueblo y se deban a él, esto por una elemental deuda moral que se tiene con cada uno de los habitantes de esta noble nación, y sobre todo con los más necesitados.

La existencia de fideicomisos que eran utilizados por la élite del Poder Judicial federal, para efectos de gozar de una condición de vida y de productividad muy ajena al resto de la población, era una situación que no iba acorde a la realidad del país. Magistrados y ministros podían llegar a acceder a sueldos y prestaciones que sumaban para una sola persona alrededor de 700 mil pesos en un mes, situación que dista mucho del ingreso promedio de un mexicano o mexicana, que es de 16 mil pesos mensuales.

Del libro santo reza el refrán o reflexión que “el buen juez por su casa empieza”, esto hoy más que nunca es un imperativo para el Poder Judicial, al que no debiera preocuparle sus desmedidos ingresos de una cúpula muy alejada a los intereses del pueblo, sino más bien honrar su esencia, que es la impartición de justicia, como un elemento de alta exigencia en una sociedad duramente dañada, precisamente por eso, por las injusticias en todo sentido, por la corrupción y por una brecha de desigualdad, de la cual el Poder Judicial estaba abonando con el consumo excesivo presupuestal, que no es una forma de cumplir con su fin primordial, que insisto es la impartición de justicia.

En tiempos de la transformación, la impartición de justicia con todas sus virtudes, es un campo de batalla de toral importancia, básicamente de inicio por una razón moral. La escandalosa corrupción que vive nuestro país, derivada de los gobiernos neoliberales, parte también de la impunidad y de una justicia privilegiada para los poderosos y una clase política impresentable.

Esta función exige valores morales impecables en nuestras épocas, pues la justicia propiamente no es una virtud innata del hombre o de gobiernos, sino más bien es el cúmulo de valores que en experiencia de vida se transforman en virtud, al colocarse a la par de sentimientos tan indispensables en la convivencia social, que hagan entonces posible que la justicia y su impartición se trasformen en un hábito.

Se requiere voluntad, solidaridad, empatía, fortaleza, honestidad, equidad, entendimiento, prudencia y todo un catálogo de buenas prácticas, que por supuesto en nuestro Poder Judicial no habitaba ninguna de ellas. Lo que predomina al interior de este poder es la lealtad al dinero y a un grupo de potentados quienes los han colocado en ese lugar de privilegio, que hoy representa lo más hediondo de la oposición mexicana y desde luego por naturalidad, totalmente alejados del pueblo.

La extinción de los fideicomisos creados para privilegiar a una burocracia consentida en el Poder Judicial, es un primer paso de entendimiento de que la justicia es moralmente necesaria y socialmente imprescindible, para entender que el pueblo requiere de este elemento y para estar en paz en el más amplio de su sentidos, esto permitirá darle a la población confianza y fortaleza para reducir toda brecha de desigualdad y terminar con el último reducto del conservadurismo mexicano, que, a su vez, es generador de la misma desigualdad, y seguir caminando hacia el bien común.

Themis, diosa griega de la justicia, en su mano izquierda carga una balanza, que representa la igualdad con la que debe impartirse justicia, pero también con la que debe conducirse quien la imparte, pues de no ser así, la justicia no tendría el fundamento necesario para ser virtuosa, que es el amor al pueblo, pues su aplicación genera paz, pero si por el contrario quien la aplica, es codicioso e inicuo como lo es la plana mayor del Poder Judicial, entonces no podrá cumplir con su labor esencial. Será entones este poder, un último campo de batalla para iniciar el segundo piso de esta Cuarta Transformación de la vida pública en México, en una parte muy sensible, como lo es la justicia por igual para todas y todos.

*Diputado federal. Morena

En efecto, en un sistema político de división de poderes, la existencia de cada uno de ellos tiene como esencia el delimitar y establecerse como un contrapeso que frene eventualmente los excesos del otro, no en función de su existencia o ejercicio propio, sino en función de lo virtuoso y útil que cada uno se presenta para el propio pueblo al que se deben.

La circunstancia que en vida de transformación vive nuestro país, exige la existencia de poderes que estén irrestrictamente al servicio del pueblo y se deban a él, esto por una elemental deuda moral que se tiene con cada uno de los habitantes de esta noble nación, y sobre todo con los más necesitados.

La existencia de fideicomisos que eran utilizados por la élite del Poder Judicial federal, para efectos de gozar de una condición de vida y de productividad muy ajena al resto de la población, era una situación que no iba acorde a la realidad del país. Magistrados y ministros podían llegar a acceder a sueldos y prestaciones que sumaban para una sola persona alrededor de 700 mil pesos en un mes, situación que dista mucho del ingreso promedio de un mexicano o mexicana, que es de 16 mil pesos mensuales.

Del libro santo reza el refrán o reflexión que “el buen juez por su casa empieza”, esto hoy más que nunca es un imperativo para el Poder Judicial, al que no debiera preocuparle sus desmedidos ingresos de una cúpula muy alejada a los intereses del pueblo, sino más bien honrar su esencia, que es la impartición de justicia, como un elemento de alta exigencia en una sociedad duramente dañada, precisamente por eso, por las injusticias en todo sentido, por la corrupción y por una brecha de desigualdad, de la cual el Poder Judicial estaba abonando con el consumo excesivo presupuestal, que no es una forma de cumplir con su fin primordial, que insisto es la impartición de justicia.

En tiempos de la transformación, la impartición de justicia con todas sus virtudes, es un campo de batalla de toral importancia, básicamente de inicio por una razón moral. La escandalosa corrupción que vive nuestro país, derivada de los gobiernos neoliberales, parte también de la impunidad y de una justicia privilegiada para los poderosos y una clase política impresentable.

Esta función exige valores morales impecables en nuestras épocas, pues la justicia propiamente no es una virtud innata del hombre o de gobiernos, sino más bien es el cúmulo de valores que en experiencia de vida se transforman en virtud, al colocarse a la par de sentimientos tan indispensables en la convivencia social, que hagan entonces posible que la justicia y su impartición se trasformen en un hábito.

Se requiere voluntad, solidaridad, empatía, fortaleza, honestidad, equidad, entendimiento, prudencia y todo un catálogo de buenas prácticas, que por supuesto en nuestro Poder Judicial no habitaba ninguna de ellas. Lo que predomina al interior de este poder es la lealtad al dinero y a un grupo de potentados quienes los han colocado en ese lugar de privilegio, que hoy representa lo más hediondo de la oposición mexicana y desde luego por naturalidad, totalmente alejados del pueblo.

La extinción de los fideicomisos creados para privilegiar a una burocracia consentida en el Poder Judicial, es un primer paso de entendimiento de que la justicia es moralmente necesaria y socialmente imprescindible, para entender que el pueblo requiere de este elemento y para estar en paz en el más amplio de su sentidos, esto permitirá darle a la población confianza y fortaleza para reducir toda brecha de desigualdad y terminar con el último reducto del conservadurismo mexicano, que, a su vez, es generador de la misma desigualdad, y seguir caminando hacia el bien común.

Themis, diosa griega de la justicia, en su mano izquierda carga una balanza, que representa la igualdad con la que debe impartirse justicia, pero también con la que debe conducirse quien la imparte, pues de no ser así, la justicia no tendría el fundamento necesario para ser virtuosa, que es el amor al pueblo, pues su aplicación genera paz, pero si por el contrario quien la aplica, es codicioso e inicuo como lo es la plana mayor del Poder Judicial, entonces no podrá cumplir con su labor esencial. Será entones este poder, un último campo de batalla para iniciar el segundo piso de esta Cuarta Transformación de la vida pública en México, en una parte muy sensible, como lo es la justicia por igual para todas y todos.

*Diputado federal. Morena